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martes, 3 de febrero de 2015

"Lady, be good" y "Luna de miel en el Cairo" en la Zarzuela

El Teatro de la Zarzuela se ha engalanado por todo lo alto para llevar a escena un programa doble en el que se unen por igual el espíritu de la diversión y el entretenimiento en estado puro: de un lado el musical americano Lady, be good! (1924) de George Gershwin y de otro la opereta con tintes revisteriles Luna de miel en El Cairo (1943) del maestro Francisco Alonso. El principal responsable de hilvanar el acertado encaje escénico de estas dos obras ha sido el regista Emilio Sagi, que ha apostado por propuestas teatrales de una gran vistosidad visual en las que el movimiento coreográfico vehicula sin tregua la acción. A pesar de la evidente relación estilística entre ambas obras, Sagi ha sabido recrear con oficio el genuino ambiente de cada una acercándose a ellas con respeto a sus singularidades teatrales, si bien con algunas concesiones escénicas en la pieza española de su casi siempre riguroso criterio.


En la obra del compositor americano (que se estrena en España en la presente producción), la atmósfera propiamente de musical se respira nada más destaparse el primer decorado en el que aparecen los dos hermanos Trevor, tras el que se presenta envuelto en todo el esplendor de la jet set neoyorquina el salón de la señora Josephine Vanderwater, anfitriona de la animada fiesta que allí se celebra, en la cual los sofás giratorios y los flexibles movimientos del servicio recrean, con el soporte de la vibrante y estilizada música jazzística de Gershwin, un torbellino de ritmo sincopado que irá in crescendo a lo largo de la obra y que alcanza uno de sus clímax de imparable y desenfrenado pulso rítmico en el número bomba del primer acto (“Fascinating rhythm”), entonado por un personaje secundario, el cantante, bailarín y pianista de cafetín Jeff Thomas, cuyo pegadizo tema, junto a la canción que da título al musical entonada poco después por Watty Watkins, llegaron a convertirse en hits indiscutibles en la época dorada de los felices 20.


viernes, 1 de junio de 2012

Zarzuela para una nueva vía

En la década de 1880 se estableció en la población madrileña una controversia entre los defensores y los detractores de la creación de una gran avenida que sirviese para descongestionar y modernizar el centro de Madrid, librándolo de las innumerables callejuelas de las que estaba plagado.

El proyecto de crear una Gran Vía madrileña (iniciado por el arquitecto Carlos Velasco en su “de prolongación de la calle Preciados, describiendo una gran avenida transversal este-oeste entre la calle de Alcalá y la plaza de San Marcial”) hizo pensar al empresario y político Felipe Ducazcal, dueño del veraniego Teatro Felipe, la composición de una revista musical de actualidad para ser representada en su propio teatro, del que era propietario y que estaba ubicado en el Paseo del Prado, junto a las verjas del Retiro, en una de las esquinas del actual Palacio de las Comunicaciones. Este Teatro construido en madera ofrecía espectáculos ligeros y entretenidos a un público ávido de diversión y de carcajada.

Ducazcal, por cuyas extraordinarias aventuras podría muy bien haber sido protagonista de una novela, había sido miembro de la siniestra "partida de la porra", que en pleno Sexenio Revolucionario asaltaba redacciones de periódicos no afines al gobierno del general Prim. En esta partida se inspiró el autor de la opereta La Corte de Faraón, Don Vicente Lleó, para la composición de su obra La partida de la porra, de 1910.

Entre esa polémica generalizada acerca de si Madrid necesitaba o no una gran avenida, surgiría la idea del libreto, que fue realizado por el periodista y escritor Felipe Pérez y González, encargándose de la composición musical los compositores Federico Chueca y Joaquín Valverde. El maestro Chueca, debido a su escaso entendimiento en técnica musical, se ocupaba de la invención melódica de las obras, mientras que su colaborador Valverde acometía la armonización e instrumentación de las mismas. Es conocida la disputa que existía siempre entre las mujeres de ambos, acerca de sobre quién residía el verdadero mérito de las zarzuelas que componían ambos.

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