miércoles, 27 de abril de 2011

Un trovador de película

NEW OPERA FROM THE MET: Il Trovatore, by Giuseppe Verdi. No, tranquilos, no voy a continuar la entrada en inglés. Pero es que las óperas en cine desde el Metropolitan Opera House de Nueva York ya son muy familiares en este blog, ¿no creéis? El director musical Marco Armiliato y las voces de la soprano Sondra Radvanovsky en la heroína Leonora, la mezzosoprano Dolora Zajick como la maquinadora gitana Azucena, el tenor Marcelo Álvarez dando vida al trovador Manrico y el bajo-barítono Dmitri Hvorostovsky como el despiadado Conde de Luna, son los encargados de ofrecer al espectador de Yelmo Cines este sábado 30 de abril (19:00 horas) la penúltima ópera de este ciclo cinematográfico de óperas desde el Met: En directo en HD. Ya sólo nos queda La Walquiria para concluirlo, el 14 de mayo.


Il Trovatore forma parte de la "trilogía popular" de Verdi junto a Rigoletto (1851) y La Traviata (1853). El libreto de Salvatore Cammarano retocado debido a la muerte de éste por Leone Emanuele Barbade se basa en el drama romántico El trovador del español Antonio García Gutiérrez (Verdi volvería a los temas españoles en sus obras posteriores: Don Carlo y La forza del destino) y vio la luz en el Teatro Apollo de Roma el 19 de enero de 1853. Se trata de una ópera épica: su acción se desarrolla en Vizcaya y en la Alfajería zaragozana, durante la Baja Edad Media (siglo XV). Verdi introdujo títulos descriptivos a cada uno de los cuatro actos (o partes) de la ópera, práctica que también realizó años antes con su Nabucco (1842).

Una de las características novedosas de Il Trovatore es su concepción de melodrama puro: la asombrosa paleta psicológica que caracteriza a cada uno de los personajes sirve para que la tragedia fluya con naturalidad y credibilidad.

En lo musical, lo primero que llama poderosamente la atención de esta obra es la absoluta cantabilidad de toda la partitura: no hay parte que no le falte ni inspiración melódica ni lirismo vocal. Y para ello son necesarias voces (ya lo dijo el mítico director de orquesta Arturo Toscanini: "Il Trovatore es una ópera que necesita los cuatro mejores cantantes del momento para hacerla justicia"): un cuarteto vocal completamente equilibrado capaz de afrontar cuatro papeles a cada cual más complejo vocal y psicológicamente.


A saber: el trovador Manrico, tenor lírico-spinto (con mayor cuerpo en la voz que un tenor lírico) es un joven apasionado, en una partitura plagada de pasajes heroicos para su papel; enamorado de y correspondido por Leonora (soprano dramática), dama noble, capaz de saber sobrellevar en la zona superior el acoso psicológico continuo al que le somete el Conde de Luna (barítono), un vil y repugnante personaje (el típico villano de ópera del XIX) que recurre a la tortura de Azucena para atraer a su rival político Manrico y hacerle prisionero, intentando asimismo conseguir el amor de su amada Leonora; y Azucena (mezzo), una gitana que no tiene ningún pudor en simular ser la madre de Manrico para vengar a su fallecida madre del abyecto Conde de Luna. Estos personajes necesitarían un buen puñado de sesiones en el diván psicoanalítico de Freud.


El bajo (Ferrando, oficial del conde) tiene un notable protagonismo en la primera escena, donde narra a los guardias presentes la tremebunda historia del Conde (como sucede en las leyendas de Bécquer, que alguien siempre cuenta un relato por lo general sombrío a una reunión de personas). Según la historia de Ferrando, "una gitana de aspecto terrible embrujó al pequeño hermano del conde, haciéndolo débil y enfermizo, y por ello fue condenada a la hoguera. En el momento de su muerte, la gitana ordenó a su hija Azucena que la vengara, lo cual hizo en parte raptando al hijo menor del Conde. Aunque los huesos incinerados de un niño fueron encontrados en las cenizas de una hoguera, el padre rehusaba creer que eran los de su hijo. En su lecho de muerte, hizo jurar al Conde de Luna (su hijo mayor) que encontrara a su hermano". (Frase extraída de Wikipedia). El dramático final de la ópera describe el momento en el que el Conde ordena ejecutar a Manrico, y Azucena, exultante, revela al noble que el trovador era su hermano, con lo que la madre de la gitana ha sido vengada. El Conde entonces grita desesperado al conocer que ha ordenado asesinar a su propio hermano.



Los números musicales

En Il Trovatore, Verdi dibuja un ambiente netamente romántico, como ya lo plasmara Donizetti años atrás en su Lucia. La atmósfera en la que se desarrolla la obra de Verdi es sombría, tenebrosa, nocturna. Ya el mismo comienzo del acto primero (titulado "El Duelo"), unos acordes ascendentes de los timbales, anuncian el hálito de misterio que impregnará toda la pieza. El bajo comienza dirigiéndose a los presentes con gritos de alerta: "All'erta, all'erta!" antes de continuar con su historia o raconto (como se denomina en italiano a la narración): "Di due figli vivea padre beato".

Ya en la segunda escena del acto primero encontramos un resquicio belcantista que acompañaría todavía a Verdi en su producción operística, se trata de la escena, aria y cabatina de Leonora: "Tacea la notte placida". El final del acto presenta una inusitada rapidez en los acontecimientos: recitativo del Conde de Luna, serenata fuera de escena de Manrico (primera intervención del personaje titular: "Deserto sulla terra") y terceto final (Leonora, Manrico, Conde): "Non mi inganno, ella scende" con un obsesivos acordes de las cuerdas que describen el encuentro entre los dos rivales para pasar luego a un episodio donde los metales acompañan la frase del orgulloso Conde lo que contrasta con el rítmico canto de los dos amantes, terminando todo en un apoteósico final vocalmente conjuntado. En este final de acto parece que Verdi hace un guiño a la Norma de Bellini, cuyo primer acto igualmente concluye con un terceto, como vimos en la entrada que dediqué a dicha ópera.


El acto segundo ("La gitana") comienza con uno de esos populares coros que se encuentran en nuestra memoria colectiva porque lo asociamos a anuncios publicitarios o películas, es el coro de zíngaros (o coro del yunque): "Vedi! Le fosche notturne spoglie" (yo personalmente lo he oído en los dibujos animados de la Looney Tunes o en la primera peli de Babe el cerdito valiente): ese carácter juguetón y rítmico que tiene esta pieza antes de entrar el coro al son de los golpes del yunque hacen de este coro de ópera uno de los más empleados para ilustrar escenas audiovisulaes infantiles. El personaje de la gitana Azucena hace su aparición en escena con su aria a ritmo de tres por cuatro (a este ritmo son por lo general las arias más inspiradas en la producción operística verdiana): "Stride la vampa!" antes de que los gitanos retomen el tema del coro del yunque alejándose progresivamente. Viene luego el primer dúo importante de la ópera, entre Manrico y Azucena, que al llegar a la frase "Mal reggendo al'aspro assalto" es irresistible el percatarse de la influencia belcantista que aún poseía Verdi, se trata de un memorable momento de elevación donde la belleza de la línea de canto es lo más importante. La segunda parte del dúo se desarrolla también a ritmo de tres por cuatro.

En la siguiente escena el Conde de Luna canta su primer aria, "Il balen del suo sorriso", una pieza inspiradísima que en el segundo tema destaca por su increíble inventiva y belleza melódica. Un coro que recuerda mucho al coro de cortesanos del acto primero de Rigoletto hace contrapunto al Conde en su siguiente intervención, mucho más solemne y heroica, arropado por las cuerdas. Le sigue el coro religioso "Ah, se l'error t'ingombra" fuera de escena, que produce un efectivo contrapunto escénico entre las voces de los esbirros del Conde, éste y los monjes del convento. El acto segundo se cierra como en el acto primero con otro dramático terceto, pero ahora con la riqueza de la presencia coral, lo que le convierte en un concertante, iniciado por Leonora: "E deggio e poso crederlo", y continuado por el Conde y Manrico, concluyendo en punta de forma trepidante.


El acto tercero ("El Hijo de la Gitana") se abre con otro aguerrido coro, menos popular que el del acto segundo: "Squilli, echeggi la tromma guerrera", y esta primera escena del acto convoca a Azucena, el conde y el coro en un concertante de poderosa fuerza dramática: "Giorni poveri vivea".

Ya en la segunda escena tenemos el primer aria del trovador Manrico en este acto tercero: "Ah sì, ben mio", dirigida a su amada Leonora, igual de melódica que la del Conde, aunque con una mayor dificultad vocal en la parte superior. Manrico y Leonora entonan un breve y místico dúo antes de que el personaje de Ruiz entre en escena anunciando a Manrico que su madre ha sido apresada y está a punto de ser quemada en una pira por orden de su rival el Conde. Es entonces cuando llega el momento más esperado por todos los aficionados: el stretto "Di quella pira", pieza de bravura para el tenor que sirve para mostrar las increíbles dotes vocales de esta cuerda. El aria se cierra con un vibrante coro a ritmo de fanfarria y un poderoso do de pecho final que, curiosamente, ¡no está escrito por Verdi en la partitura!, y que la tradición ha obligado que todos los tenores lo den (todo para provocar el clamoroso y entusiasmado aplauso del espectador).


En el acto cuarto y último ("El Suplicio") Leonora canta su aria "D'amor sull'alli rosee", una delicada pieza dominada por las maderas y las cuerdas que muestra la congoja del personaje por su amado Manrico, preso por el Conde de Luna. Se sucede luego un "Miserere" coral fuera de escena, que confiere un aire místico, pieza religiosa que se combina con el lamento de Manrico en la lejanía y las dramáticas exclamaciones de dolor de Leonora, creándose un riquísimo contrapunto entre los tres planos armónicos.

La escena segunda de este cuarto acto nos conduce a la prisión, donde encontramos a Azucena y a Manrico, que entonan un lastimoso y lírico dúo: "Sì, la stanchezza m'opprime" que recuerda en el acompañamiento en pizzicato a otro dúo: el "Parigi o cara" de La Traviata. La aparición de Leonora en la prisión convierte el primerizo dúo entre Azucena y Manrico en un terceto, mientras Azucena vuelve a cantar en segundo plano la melodía principal del dúo precedente (la que recuerda al "Parigi o cara"). El Conde de Luna hace su entrada, pero no nos damos cuenta hasta que en ese dúo que mantienen Manrico y Leonora (cuando ésta comunica a su amado que ha bebido un veneno: prefiere la muerte antes que entregarse al despreciable Conde) escuchamos la contrastada voz de un barítono: otro que se apunta a algo empezado sin avisar. El dramático final se precipita: Verdi otorga a los metales y a los platillos el ambiente extremadamente violento que precede a la ejecución de Manrico; cuando éste cae muerto por el verdugo, Azucena revela victoriosa su secreto al Conde, que, desafortunado, se ha dado cuenta de su fatal error.


Libreto y versiones

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