miércoles, 27 de abril de 2011

Un trovador de película

NEW OPERA FROM THE MET: Il Trovatore, by Giuseppe Verdi. No, tranquilos, no voy a continuar la entrada en inglés. Pero es que las óperas en cine desde el Metropolitan Opera House de Nueva York ya son muy familiares en este blog, ¿no creéis? El director musical Marco Armiliato y las voces de la soprano Sondra Radvanovsky en la heroína Leonora, la mezzosoprano Dolora Zajick como la maquinadora gitana Azucena, el tenor Marcelo Álvarez dando vida al trovador Manrico y el bajo-barítono Dmitri Hvorostovsky como el despiadado Conde de Luna, son los encargados de ofrecer al espectador de Yelmo Cines este sábado 30 de abril (19:00 horas) la penúltima ópera de este ciclo cinematográfico de óperas desde el Met: En directo en HD. Ya sólo nos queda La Walquiria para concluirlo, el 14 de mayo.


Il Trovatore forma parte de la "trilogía popular" de Verdi junto a Rigoletto (1851) y La Traviata (1853). El libreto de Salvatore Cammarano retocado debido a la muerte de éste por Leone Emanuele Barbade se basa en el drama romántico El trovador del español Antonio García Gutiérrez (Verdi volvería a los temas españoles en sus obras posteriores: Don Carlo y La forza del destino) y vio la luz en el Teatro Apollo de Roma el 19 de enero de 1853. Se trata de una ópera épica: su acción se desarrolla en Vizcaya y en la Alfajería zaragozana, durante la Baja Edad Media (siglo XV). Verdi introdujo títulos descriptivos a cada uno de los cuatro actos (o partes) de la ópera, práctica que también realizó años antes con su Nabucco (1842).

Una de las características novedosas de Il Trovatore es su concepción de melodrama puro: la asombrosa paleta psicológica que caracteriza a cada uno de los personajes sirve para que la tragedia fluya con naturalidad y credibilidad.

En lo musical, lo primero que llama poderosamente la atención de esta obra es la absoluta cantabilidad de toda la partitura: no hay parte que no le falte ni inspiración melódica ni lirismo vocal. Y para ello son necesarias voces (ya lo dijo el mítico director de orquesta Arturo Toscanini: "Il Trovatore es una ópera que necesita los cuatro mejores cantantes del momento para hacerla justicia"): un cuarteto vocal completamente equilibrado capaz de afrontar cuatro papeles a cada cual más complejo vocal y psicológicamente.


A saber: el trovador Manrico, tenor lírico-spinto (con mayor cuerpo en la voz que un tenor lírico) es un joven apasionado, en una partitura plagada de pasajes heroicos para su papel; enamorado de y correspondido por Leonora (soprano dramática), dama noble, capaz de saber sobrellevar en la zona superior el acoso psicológico continuo al que le somete el Conde de Luna (barítono), un vil y repugnante personaje (el típico villano de ópera del XIX) que recurre a la tortura de Azucena para atraer a su rival político Manrico y hacerle prisionero, intentando asimismo conseguir el amor de su amada Leonora; y Azucena (mezzo), una gitana que no tiene ningún pudor en simular ser la madre de Manrico para vengar a su fallecida madre del abyecto Conde de Luna. Estos personajes necesitarían un buen puñado de sesiones en el diván psicoanalítico de Freud.


El bajo (Ferrando, oficial del conde) tiene un notable protagonismo en la primera escena, donde narra a los guardias presentes la tremebunda historia del Conde (como sucede en las leyendas de Bécquer, que alguien siempre cuenta un relato por lo general sombrío a una reunión de personas). Según la historia de Ferrando, "una gitana de aspecto terrible embrujó al pequeño hermano del conde, haciéndolo débil y enfermizo, y por ello fue condenada a la hoguera. En el momento de su muerte, la gitana ordenó a su hija Azucena que la vengara, lo cual hizo en parte raptando al hijo menor del Conde. Aunque los huesos incinerados de un niño fueron encontrados en las cenizas de una hoguera, el padre rehusaba creer que eran los de su hijo. En su lecho de muerte, hizo jurar al Conde de Luna (su hijo mayor) que encontrara a su hermano". (Frase extraída de Wikipedia). El dramático final de la ópera describe el momento en el que el Conde ordena ejecutar a Manrico, y Azucena, exultante, revela al noble que el trovador era su hermano, con lo que la madre de la gitana ha sido vengada. El Conde entonces grita desesperado al conocer que ha ordenado asesinar a su propio hermano.



Los números musicales

En Il Trovatore, Verdi dibuja un ambiente netamente romántico, como ya lo plasmara Donizetti años atrás en su Lucia. La atmósfera en la que se desarrolla la obra de Verdi es sombría, tenebrosa, nocturna. Ya el mismo comienzo del acto primero (titulado "El Duelo"), unos acordes ascendentes de los timbales, anuncian el hálito de misterio que impregnará toda la pieza. El bajo comienza dirigiéndose a los presentes con gritos de alerta: "All'erta, all'erta!" antes de continuar con su historia o raconto (como se denomina en italiano a la narración): "Di due figli vivea padre beato".

Ya en la segunda escena del acto primero encontramos un resquicio belcantista que acompañaría todavía a Verdi en su producción operística, se trata de la escena, aria y cabatina de Leonora: "Tacea la notte placida". El final del acto presenta una inusitada rapidez en los acontecimientos: recitativo del Conde de Luna, serenata fuera de escena de Manrico (primera intervención del personaje titular: "Deserto sulla terra") y terceto final (Leonora, Manrico, Conde): "Non mi inganno, ella scende" con un obsesivos acordes de las cuerdas que describen el encuentro entre los dos rivales para pasar luego a un episodio donde los metales acompañan la frase del orgulloso Conde lo que contrasta con el rítmico canto de los dos amantes, terminando todo en un apoteósico final vocalmente conjuntado. En este final de acto parece que Verdi hace un guiño a la Norma de Bellini, cuyo primer acto igualmente concluye con un terceto, como vimos en la entrada que dediqué a dicha ópera.


El acto segundo ("La gitana") comienza con uno de esos populares coros que se encuentran en nuestra memoria colectiva porque lo asociamos a anuncios publicitarios o películas, es el coro de zíngaros (o coro del yunque): "Vedi! Le fosche notturne spoglie" (yo personalmente lo he oído en los dibujos animados de la Looney Tunes o en la primera peli de Babe el cerdito valiente): ese carácter juguetón y rítmico que tiene esta pieza antes de entrar el coro al son de los golpes del yunque hacen de este coro de ópera uno de los más empleados para ilustrar escenas audiovisulaes infantiles. El personaje de la gitana Azucena hace su aparición en escena con su aria a ritmo de tres por cuatro (a este ritmo son por lo general las arias más inspiradas en la producción operística verdiana): "Stride la vampa!" antes de que los gitanos retomen el tema del coro del yunque alejándose progresivamente. Viene luego el primer dúo importante de la ópera, entre Manrico y Azucena, que al llegar a la frase "Mal reggendo al'aspro assalto" es irresistible el percatarse de la influencia belcantista que aún poseía Verdi, se trata de un memorable momento de elevación donde la belleza de la línea de canto es lo más importante. La segunda parte del dúo se desarrolla también a ritmo de tres por cuatro.

En la siguiente escena el Conde de Luna canta su primer aria, "Il balen del suo sorriso", una pieza inspiradísima que en el segundo tema destaca por su increíble inventiva y belleza melódica. Un coro que recuerda mucho al coro de cortesanos del acto primero de Rigoletto hace contrapunto al Conde en su siguiente intervención, mucho más solemne y heroica, arropado por las cuerdas. Le sigue el coro religioso "Ah, se l'error t'ingombra" fuera de escena, que produce un efectivo contrapunto escénico entre las voces de los esbirros del Conde, éste y los monjes del convento. El acto segundo se cierra como en el acto primero con otro dramático terceto, pero ahora con la riqueza de la presencia coral, lo que le convierte en un concertante, iniciado por Leonora: "E deggio e poso crederlo", y continuado por el Conde y Manrico, concluyendo en punta de forma trepidante.


El acto tercero ("El Hijo de la Gitana") se abre con otro aguerrido coro, menos popular que el del acto segundo: "Squilli, echeggi la tromma guerrera", y esta primera escena del acto convoca a Azucena, el conde y el coro en un concertante de poderosa fuerza dramática: "Giorni poveri vivea".

Ya en la segunda escena tenemos el primer aria del trovador Manrico en este acto tercero: "Ah sì, ben mio", dirigida a su amada Leonora, igual de melódica que la del Conde, aunque con una mayor dificultad vocal en la parte superior. Manrico y Leonora entonan un breve y místico dúo antes de que el personaje de Ruiz entre en escena anunciando a Manrico que su madre ha sido apresada y está a punto de ser quemada en una pira por orden de su rival el Conde. Es entonces cuando llega el momento más esperado por todos los aficionados: el stretto "Di quella pira", pieza de bravura para el tenor que sirve para mostrar las increíbles dotes vocales de esta cuerda. El aria se cierra con un vibrante coro a ritmo de fanfarria y un poderoso do de pecho final que, curiosamente, ¡no está escrito por Verdi en la partitura!, y que la tradición ha obligado que todos los tenores lo den (todo para provocar el clamoroso y entusiasmado aplauso del espectador).


En el acto cuarto y último ("El Suplicio") Leonora canta su aria "D'amor sull'alli rosee", una delicada pieza dominada por las maderas y las cuerdas que muestra la congoja del personaje por su amado Manrico, preso por el Conde de Luna. Se sucede luego un "Miserere" coral fuera de escena, que confiere un aire místico, pieza religiosa que se combina con el lamento de Manrico en la lejanía y las dramáticas exclamaciones de dolor de Leonora, creándose un riquísimo contrapunto entre los tres planos armónicos.

La escena segunda de este cuarto acto nos conduce a la prisión, donde encontramos a Azucena y a Manrico, que entonan un lastimoso y lírico dúo: "Sì, la stanchezza m'opprime" que recuerda en el acompañamiento en pizzicato a otro dúo: el "Parigi o cara" de La Traviata. La aparición de Leonora en la prisión convierte el primerizo dúo entre Azucena y Manrico en un terceto, mientras Azucena vuelve a cantar en segundo plano la melodía principal del dúo precedente (la que recuerda al "Parigi o cara"). El Conde de Luna hace su entrada, pero no nos damos cuenta hasta que en ese dúo que mantienen Manrico y Leonora (cuando ésta comunica a su amado que ha bebido un veneno: prefiere la muerte antes que entregarse al despreciable Conde) escuchamos la contrastada voz de un barítono: otro que se apunta a algo empezado sin avisar. El dramático final se precipita: Verdi otorga a los metales y a los platillos el ambiente extremadamente violento que precede a la ejecución de Manrico; cuando éste cae muerto por el verdugo, Azucena revela victoriosa su secreto al Conde, que, desafortunado, se ha dado cuenta de su fatal error.


Libreto y versiones

miércoles, 20 de abril de 2011

"Capriccio": ¿Prima la musica o le parole?

Capriccio, la última ópera esbozada por el genial muniqués Richard Strauss, está representándose estos días en el Met de Nueva York y se visiona en Yelmo Cines este Sábado Santo: 23 de abril.

Una de las sopranos líricas más glamourosas del momento, Reneé Fleming, se enfrentará al duro papel protagonista de la Condesa, acompañándole en el reparto las voces de Sarah Connolly, Joseph Kaiser, Russell Braun, Morten Frank Larsen, Peter Rose, bajo la dirección musical de Sir Andrew Davis.



Sobre Capriccio

Con Capriccio, subtitulada "Una pieza conversacional para música", y estrenada en Munich el 28 de octubre de 1942, Richard Strauss retorna al carácter de su ópera El caballero de la rosa en cuanto al clima aristocrático y galante, y respecto al lenguaje musical: tonalidad, melodía, neoclasicismo (la ópera posee una serie de danzas al estilo barroco: passepied, giga y gavota), elementos ubicados en las antípodas de las en su día revolucionarias Salomé (1905) y Elektra (1909). También existe un número musical en italiano (como ocurrió en El Caballero... al incluir la famosa aria del cantor italiano). En Capriccio encontramos en definitiva la cara más amable de un casi octogenario Strauss, y nos anticipa ya la serenidad y la espiritualidad que caracterizarán a sus Cuatro últimos Lieder, para soprano y orquesta (1948).

El argumento de Capriccio, con un libreto del director de orquesta alemán y compositor Clemens Kraus, vuelve al tema nuclear de la ópera de la que este blog lleva el título (la clasicista Prima la musica, e poi le parole de Antonio Salieri): ¿qué es más importante en una obra lírica, el texto o la música? Este tema procede de una obra del siglo XVIII escrita por el abate De Casti, y su título originario era Prima le parole dopo la musica, o sea, al revés: que antes va el texto, que prima la palabra (no os asustéis, este abate no nos va a hacer modificar el título de este vuestro blog; el texto de una obra es muy importante, pero.... ¡PRIMA LA MÚSICA!).

En Capriccio el amor de una Condesa se debate entre Olivier, un poeta y Flamand, un compositor. En el Monólogo final de la obra (la parte más divulgada de esta ópera, además del preludio, muy camerístico) la Condesa, en su lujosa habitación (cómo nos evoca este personaje a la Mariscala del Caballero....), está a punto de decidirse por uno de los dos pretendientes, cuando en ese preciso momento aparece el Mayordomo anunciándole que su cena está servida, con lo que al final nos quedamos sin saber por el amor de quién se decantará la Condesa. Sutil picardía la de Strauss en esta su última gran obra teatral.

Aquí dejo un vídeo de la soprano norteamericana (de Indiana, para dar más señas) en un pequeño fragmento del Monólogo Final de la protagonista en la producción del Met de este año.


Y para demostrar que la Fleming posee el elixir de la eterna juventud y del glamour (a sus 52 años se mantiene estupenda, y curioso, con un mismo peinado) aquí dejo este otro de hace dos temporadas en la parte final de dicho Monólogo.

domingo, 17 de abril de 2011

Los veristas, desde el Liceo

Cinesa vuelve a ofrecer a sus espectadores las gafas 3D para presenciar el programa doble de ópera conformado por Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni e I Pagliacci de Ruggero Leoncavallo. Será en directo desde el Gran Teatro del Liceo de la Ciudad Condal este Martes Santo, 19 de abril.


 Será con arreglo al siguiente reparto:

Cavalleria Rusticana
Mamma Lucia: Josephine Barstow
Santuzza: Ildiko Komlosi
Turiddu: José Cura
Alfio: Marco Di Felice
Lola: Ginger Costa-Jackson

 I Pagliacci
Canio (Pagliaccio): Marcello Giordani
Nedda (Colombina): Ángeles Blancas
Tonio (Taddeo, el Prólogo): Vittorio Vitelli
Beppe (Arlecchino): David Alegret
Silvio: Jean Luc Ballestra

 La dirección escénica corre a cargo de Liliana Cavani y Daniele Callegari empuñará la batuta en el foso.



El verismo italiano

Estas dos óperas representan el inicio de la joven escuela verista de composición. Esta nueva tendencia escénico-compositiva fue inaugurada por Cavalleria Rusticana de Mascagni en 1890, ópera que obtuvo el primer premio en un concurso de óperas en un acto escritas por jóvenes compositores italianos patrocinado por la casa Sonzogno, rival de la famosa Ricordi de Milán. Aunque fue dos años más tarde con el estreno de I pagliacci de Leoncavallo cuando los postulados del verismo italiano quedaron completamente definidos. Estos son los siguientes:


- Interés por la realidad cotidiana: realismo
- Anulación de la división tradicional entre arias, dúos, coros... que, aunque reconocibles, se diluyen en el discurso musical
- Supresión de la obertura orquestal, preferencia por el preludio
- Preferencia por interludios o intermezzos orquestales que separan actos o escenas para relajar la tensión dramática
- Valoración del leitmotiv como elemento esencial de estructuración y cohesión de la composición dramática, pero no de forma tan reiterativa como en el drama wagneriano


Ambas óperas, de duración parecida, suelen representarse tradicionalmente en una sola función por afinidades estilísticas y por ser las inauguradoras de dicha tendencia compositiva, el verismo.

Puesto que ya hablamos largo y tendido de I Pagliacci (Los Payasos) en esta entrada, haré un repaso a los principales números musicales de Cavalleria Rusticana (Caballerosidad Rústica).



Cavalleria Rusticana

Como curiosidad os diré que esta ópera forma parte esencial de la banda sonora de la tercera cinta de El Padrino, la espectacular trilogía cinematográfica de Francis Ford Coppola: ilustra los momentos en que el hijo de Michael Corleone, tenor, va a debutar en Italia con esta ópera, a la que asiste toda la familia Corleone, mientras una conspiración se está fraguando dentro del propio teatro para acabar con la vida del cabecilla de la familia.

Fue estrenada el 17 de mayo de 1890 en el Teatro Costanzi de Roma. Con un breve libreto de Giovanni Targioni-Tozzeti y Guido Menasci, basado en un cuento de Giovanni Verga, la acción de la obra se desarrolla en una aldea rústica siciliana, en época de Pascua, durante el siglo XIX.

Se abre la ópera con un magnífico preludio donde ya se evoca el drama al que asistiremos (gracias a la profusión de crescendos y fortísimos de la orquesta, al que siguen pianisimos, creando un expresivo contraste) y en él se integran los principales temas que se escucharán a lo largo de la ópera. Justo en el medio de dicho preludio, Turiddu (tenor) entona una siciliana ("O Lola, bianca come fior di spino") hacia su amada Lola (casada con el carretero Alfio) para concluir en la orquesta con los temas previamente escuchados.

El bucólico coro inicial ("Gli aranci olezzano"), con su introducción orquestal, es un prodigio de musicalidad, con un efectivo contraste melódico entre las voces de hombres y mujeres que salen de la Iglesia, bajo los sones de las campanas del campanario. La rítmica entrada del carretero Alfio (bajo) a bordo de su calesa ("Il cavallo scalpita") se produce a golpes de fusta con el varonil acompañamiento del coro de hombres.

La escena siguiente está dedicada a la alabanza de la Virgen y su hijo El Salvador en el día de Pascua, y nos sumerge en el interior de la Iglesia, donde un místico coro con acompañamiento de órgano canta un intimista Regina Coeli (Reina de los cielos), antes de que la voz de la soprano se alce para iniciar la plegaria, concluyendo el número de forma gloriosa en un elevado fortisimo de orquesta y coro.


El primer dúo importante de la ópera es el que mantienen Turiddu (tenor) y Santuzza (soprano), dúo interrumpido por la aparición de Lola (mezzo) con lo que se convierte en un terceto (Lola entra con su bella canción en tres por cuatro "Flor de giaggiolo"), tras lo cual se reanuda de nuevo el dúo entre Turiddu y Santuzza (con melodías extraídas del Preludio y del Regina Coeli escuchado antes), un tenso y dramático momento en el que Santuzza comunica a su marido que sabe que él ha ido a Francofonte a encontrarse con Lola. Turiddu en una frase de exaltado lirismo "Bada, sclavo non so..." la rechaza tratándola con desprecio y dejándola en una situación humillante, momento en el cual, tras un pasaje orquestal que relaja el clímax, aparece Alfio (bajo) al cual revela Santuzza que Lola le es infiel con Turiddu ("Oh! Il signore vi manda"). Este otro dúo adquiere cotas de increíble energía y violencia en la textura orquestal al descubrir Alfio las relaciones de su esposa con Turiddu y jurar venganza hacia su ofensor mientras Santuzza se arrepiente de haber revelado la verdad.

El famoso Intermezzo (prodigio de musicalidad) sucede a este dúo y relaja el tenso clima precedente, con una bellísima melodía donde el registro agudo de las cuerdas y el órgano en pedal son los auténticos protagonistas de la pieza, que nos devuelve al ambiente de recogimiento y espiritualidad del Regina Coeli.

La escena siguiente comienza con un recuerdo del coro de la introducción ("A casa, a casa, amici") tras lo cual Turiddu entona su famoso brindis en honor al vino que se supone ha traído de Francofonte ("Viva il vino spumeggiante"). La expectante y misteriosa escena siguiente (dominada por las cuerdas graves con tenues y continuos toques de timbal) es el momento en el que aparece Alfio, que, tras rechazar el vaso de vino que le tiende Turiddu, mantiene unas ambiguas palabras con él tras las cuales Turiddu realiza el gesto siciliano para aceptar un duelo: morder la oreja del contrario (código de honor al que alude el título de la ópera).

La ópera concluye con el escalofriante aria "Mamma, quel vino è generoso" que dirige Turiddu a su madre (Mamma Lucia, mezzo), despidiéndose de ella y encomendándola que cuide de Santuzza si él no volviese, pues intuye que va a morir en el duelo (Turiddu engaña a su madre atribuyendo a los efectos del vino todo lo que la está transmitiendo, aunque se lo manifiesta conscientemente, con todo su verdadero dolor). Tras salir Turiddu presuroso fuera de escena, la orquesta describe el momento del encuentro entre ambos rivales (con un recuerdo en fortísimo del tema del Regina Coeli junto a las exclamaciones que profieren las dos mujeres, Santuzza y Lucia, previéndose lo peor), cuando, acto seguido, suenan unos aterradores gritos de una aldeana al descubrir el cadáver de Turiddu, cerrándose la ópera en punta con violentos acordes del metal y la percusión.

Dice el refrán popular que "ojos que no ven, corazón que no siente": muchas veces las tragedias humanas son evitables mientras no se descubra la verdad de las relaciones extraconyugales. Creo personalmente que muchas veces es mejor vivir en la ignorancia. Óperas como ésta nos dan una auténtica lección de vida.







sábado, 9 de abril de 2011

"El Conde Ory", con Juan Diego Flórez

El Conde Ory, una de las óperas menos representadas y conocidas del "cisne de Pésaro", Gioacchino Rossini, se representa en el Metropolitan Opera de Nueva York visionándose simultáneamente en las salas de cine Yelmo este sábado (9-04; 20:00 horas). El gran tenor de moda del momento, el peruano Juan Diego Flórez, se enfrenta al personaje principal de la ópera, algo casi tirao para él ya que se mueve como pez en el agua en el terreno de la ópera belcantista italiana, asombrando al mundo entero con su fascinante agilidad vocal en una tesitura de tenor ligero con una línea de canto sorprendentemente estilizada.


Así luce Juan Diego el vestido de monja

Además, el mundo de los aficionados a la lírica debemos felicitarle porque acaba de ser papá de su hijo Leandro (9 de abril), que ha nacido precisamente en Nueva York, mientras Juan Diego está cantando esta ópera.

Junto al peruano intervienen en Le Conte Ory Diana Damrau, Joyce DiDonato, Susanne Resmark, Stéphane Degout y Michele Pertusi, bajo la dirección musical del maestro Maurizio Benini.


¡Qué envidia de Flórez! ¡Quién estuviera rodeado así!

Ya que desconozco la obra (debo reconocerlo, no he oído nada de ella más allá de los vídeos que ofrece la página web del Metropolitan), dejemos que nos ilustre sobre esta ópera la enciclopedia libre, la Wikipedia, aquí.

Os dejo un enlace con cuatro vídeos de esta producción del Met... Disfrutad con la vitalidad que destila la música de Rossini...


jueves, 7 de abril de 2011

"Luisa Fernanda", el adiós de Luis Olmos al Teatro de la Zarzuela

Luisa Fernanda es la zarzuela con la que Luis Olmos se despedirá de su cargo como director del Teatro de la Zarzuela tras siete excelentes años de gestión al frente del coliseo lírico. La presentación de la zarzuela ha sido casi más que eso un alegato de protesta por parte del elenco vocal que integrará esta zarzuela contra las declaraciones vertidas hace unas semanas por el director artístico del Teatro Real, Gerard Mortier: "hay muchas buenas voces en España, pero falta estilo. Aquí se canta igual Puccini que Verdi y las voces mozartianas son muy malas". Esto levantó una oleada de indignación entre los cantantes españoles, como es lógico.


Con la dirección escénica del propio Olmos, la musical de Cristóbal Soler (actual director musical del Teatro de la Zarzuela) y de Óliver Díaz, esta nueva producción de la popular zarzuela en tres actos de Moreno Torroba contará con un reparto de jóvenes y consolidadas voces: Yolanda Auyanet, Carlos Bergasa, Susana Cordón, Enrique Ferrer, Amelia Font, Cristina Gallardo Domas, Amparo Navarro, Juan Jesús Rodríguez, César San Martín, Alex Vicens o José Manuel Zapata. Escenografía de Juan Pedro de Gaspar, vestuario de Pedro Moreno. En cartel del 8 de abril al 22 de mayo. Hay tiempo para verla, no me digáis que no...

Luis Olmos presentará en junio la temporada 2011-2012 que él mismo ha elaborado y presumiblemente se conocerá a la persona que le suceda en el cargo de director del Teatro.


Sobre Luisa Fernanda

El compositor Federico Moreno Torroba y una de las parejas de libretistas más afamadas en la historia de nuestra lírica, Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw quisieron revivir y evocar la esencia de la zarzuela madrileña con esta obra, aunque insuflándola modernidad: ya no se llamaban sainetes líricos, la nueva denominación era "comedía lírica". Su estreno se efectuó en el Teatro Calderón de Madrid el 26 de marzo de 1932, en plena y joven II República.

En el estreno intervinieron grandes voces de la lírica del momento: Sélica Pérez Carpio, soprano, Faustino Arregui, tenor, y Emilio Sagi Barba, barítono, al cual, tras cantar la famosa romanza "Por el amor de una mujer que adoro..." un espontáneo espectador le gritó desde las gradas: "¡Así cantan los viejos!" a lo que Sagi Barba sonrió, agradecido (no por lo de viejo, la verdad).

La acción de Luisa Fernanda transcurre en los meses previos a la revolución que destronaría a la reina Isabel II de Borbón, revolución liberal conocida como "la Gloriosa" (1868), y en ella se narran las rivalidades por el amor de Luisa Fernanda entre un arrogante coronel de húsares realista (Javier Moreno, tenor) y un modesto hacendado extremeño (Vidal Hernando, barítono) bajo el trasfondo político de la revolución. Los dos jóvenes pretendientes hacen de la disputa política una auténtica lucha por el amor de la joven: Vidal se hace liberal únicamente porque Javier es monárquico. Javier coquetea con una de su alcurnia y de su ideología, la Duquesa Carolina, una tipa algo altanera a la que le planta cara Luisa Fernanda, en una parte hablada, abogando por un cambio en la situación social entre ricos y pobres, o sea, la revolución (amén de una feroz crítica explícita a la hipócrita sociedad isabelina de la época). Reproduzco aquí dicho parlamento de Luisa Fernanda para que veáis la carga que lleva (y no de trabuco precisamente):

LUISA FERNANDA

Para usté la vida es bella
mirada desde su altura;
pero ¡qué triste y qué dura
cuando hay que luchar por ella!
¿Riquezas? Las que heredó.
¿Alegría? La que pide.
¿Rango? Su boca lo mide.
¿Amores? ¡Los que compró!
Las diversiones, logradas,
y los caprichos colmados;
y, para los desgraciados,
unas piadosas miradas.
Venga un orden diferente.
¿Mejor o peor? No sé;
pero donde yo... y usté
nos veamos frente a frente.
Ni más baja ni más alta;
al nivel del corazón, que,
con la misma emoción,
lo mismo palpita y salta.
Mas lo que no puede ser
es que usté tenga derecho
a las ansias que en su pecho
haya sentido nacer,
y, además, por el placer
de abrumar con su grandeza,
(Emocionada)
¡a ensombrecer de tristeza
los ojos de otra mujer!

Luisa Fernanda, previamente relacionada con el coronel, acepta al labriego como su pareja: mientras él la está agasajando en su hacienda, aparece Javier, que la suplica perdón y volver con él tras regresar derrotado, al haber vencido la revolución que ha destronado a su Reina, por lo que Luisa renuncia al extremeño con todo el dolor de su corazón para volver con el militar caído (uno de esos finales de obra que todo el mundo cambiaría).



Los números musicales

Musicalmente es para mí la obra maestra de su autor, Moreno Torroba (con permiso de su otra gran zarzuela, La chulapona). De principio a fin tiene momentos únicos, guardados en la memoria colectiva de nuestros padres y abuelos. La escena inicial "Mi madre me criaba pa chalequera pero yo la he nacío pantalonera" rezuma casticismo propio de las zarzuelas de género chico de finales del XIX, la famosa Habanera del Saboyano "Marchábase el soldado..." se ha hecho especialmente célebre alejada de los círculos líricos; los dúos forman parte del corazón de cada uno de los tres actos: Vidal-Luisa Fernanda ("En mi tierra extremeña tengo un nido de amores", acto primero); Javier-Duquesa (el distinguido "Caballero del alto plumero", uno de los más  célebres, acto primero); Vidal-Duquesa Carolina (el irónico "Para comprar a un hombre", acto segundo), y para mí el más inspirado, el desolador "Subir, subir, y luego caer", entre Luisa Fernanda y Javier, en el tercer acto, donde se muestra lo que siente aquel que después de haber estado en lo más alto cae a lo más bajo, dúo que destaca por un nostálgico solo de violonchelo. Todo ello sin olvidar la entrañable Mazurca de las sombrillas ("Por San Antonio como es un santo casamentero"... "A la sombra de una sombrilla de encaje y seda..."), fragmento bomba en la época por su increíble vitalidad musical y su pegadiza melodía.

Lo extraño de la obra es que Moreno Torroba no destinara a los dos papeles femeninos ninguna romanza, ni a la propia protagonista ni a la Duquesa Carolina, dando más preferencia vocal a los dos roles masculinos: la gallarda romanza de Javier "De este apacible rincón de Madrid" (acto primero), que cantan todos los tenores líricos que se precien de serlo, y la sentida romanza de Vidal "Por el amor de una mujer que adoro" (acto segundo).

Otra curiosidad destacable es que desde el día del estreno hasta hoy se ha venido suprimiendo (quizá por exigencias del propio Moreno Torroba, por desentonar con el carácter general de la obra) una pequeña romanza muy cómica que cantaba el papel de Aníbal (tenor), "Lorito real, lorito verde", y que veremos si en esta versión del Teatro de la Zarzuela se recupera. Como curiosidad completamente actual informaros de que hace sólo unos días se han descubierto dos fragmentos inéditos de Luisa Fernanda (dos danzas y un ballet) por el musicólogo Ignacio Jassa Haro en el Centro de Documentación y Archivo de la SGAE. AMPLIAD ESTA BOMBA AQUÍ.

Los finales de escena y acto de la obra son propios de ópera: el final de la escena primera del acto segundo desarrollado en el paseo de la Florida (con subasta a San Antonio incluida a cargo de la pizpireta Duquesa, la cual ofrece su cuerpo a quien puje más alto: "En mi tierra de Granada para el culto de una imagen..." ) acaba en rivalidad entre Vidal y Javier tras haber apostado más el extremeño que el coronel, lo que supone una fuerte ofensa hacia éste. Por su parte el trepidante final de ese acto comienza en la calle con la persecución de Javier por la turba de revolucionarios (asistimos a una lucha callejera fuera de escena), el cual es defendido por la misma Luisa Fernanda; tras lo cual las tropas isabelinas detienen al jefe de la revolución, que fracasa en ese momento, y en una emocionante parte hablada con tintes heroicos, sueña con una auténtica libertad para España sembrada por Maldonado y Padilla (notables militares liberales que jugaron un papel importante en La Gloriosa).

En el acto tercero encontramos uno de los fragmentos de zarzuela más recordados junto a la citada Mazurca de las sombrillas, el Coro de Vareadores: "Ay, mi morena, morena clara" que canta Vidal con el coro en su tierra extremeña. La melodía principal de ese coro pero con una letra más nostálgica "Sin mi morena, morena clara, no sirvo ya pa ná" servirá (valga la redundancia) para cerrar dramáticamente la zarzuela tras la parte hablada en la que Vidal, muy a su pesar, obliga a su amada Luisa Fernanda a que retorne con Javier. Reproduzco dicha parte porque es puro altruismo y abnegación por parte de un hombre que sabe que el corazón de su amada pertenece a otro:


LUISA FERNANDA
¡Vidal!

VIDAL
¡Es inútil! Contra el amor
no hay quien pueda.
Tú con el alma concedes,
mientras con la boca niegas,
porque a las raíces hondas
ningún viento se las lleva.
¿No me quieres? Me lo dices.
¡Bien me lo has dicho, morena!

LUISA FERNANDA
Seré tu esposa.

VIDAL
Mañana no quiero que lo parezca
y estemos, uno del otro,
más lejos cuanto más cerca.
Vete con él. De la casa toma
tu ajuar y tus prendas.
También va mi corazón contigo;
mas no le temas,
que un corazón que perdona
no es una carga que pesa.

LUISA FERNANDA
¡Adiós,Vidal!
Dios te ayude.

VIDAL
¡Adiós..., hija!

JAVIER
Y así sea. Déle usté un beso de padre.

VIDAL
¡No! No lo intentes, siquiera,
porque si llego a besarla...
¡mira que no te la llevas!

¡Dejadme solo! ¡Dejadme!
Marchaos a la faena.

Aquí teneís, en varios vídeos, la zarzuela completa que se representó hace unos añitos en el Teatro Real de Madrid, con Plácido Domingo encarnando el papel de Vidal, Nancy Fabiola Herrera como Luisa Fernanda, José Bros en Javier y Mariola Cantarero como Carolina con la dirección musical de Jesús López Cobos (eran buenos tiempos, aún no había aparecido Mortier)

domingo, 3 de abril de 2011

La Rusia zarista, en tres dimensiones

¡A ponerse las gafas! No, las de sol no, sino las de 3D, porque ahora toca ver Boris Godunov de Mussorgsky desde las salas Cinesa en formato tridimensional. ¡Qué chulada será ver en tres dimensiones al pueblo ortodoxo ruso postrado ante el zar Boris! Se nota la ironía, ¿verdad? Y encima desde esta entrada. En fin, informemos. Va a ser desde el Teatro Regio de Turín bajo la batuta del principal director del teatro, Gianandrea Noseda, y la dirección escénica e iluminación de Andrei Konchalovsky. ¿Cuándo? El día 5 de abril, a partir de las 20:00 horas. Es la ópera con la que se inauguró la temporada 2010-2011 del coliseo de Turín. Lo habéis adivinado: será un visionado en diferido.


Boris Godunov es una de esas óperas de masas, de conjunto, con mucha peña en escena. Quizá es la cima creativa de ese genial ruso atrapado en las garras del alcohol, que le llevaría a la tumba con tan sólo 42 años de edad.

Boris es una ópera de bajo. Sí, es raro, aunque lo parezca: el papel titular está encomendado a esta cuerda, y es un auténtico tour de force escénico y vocal para la voz más grave de hombre. Aunque es la masa coral la verdadera protagonista, representación del pueblo ruso, la que vehicula la acción.

El libreto está inspirado en un relato histórico del poeta nacional ruso por excelencia, Alexander Pushkin. La ópera prácticamente abarca todo el corto reinado del zar Boris Godunov (1598-1605), favorito de Iván el Terrible.


Versiones de Boris Godunov

Boris posee varias versiones (¡pero bueno!, diría otro Boris). Y es que la suerte no le sonrió con esta ópera al miembro más iconoclasta y audaz del Grupo de los Cinco que para mí representa Modest Mussorgsky. En el invierno de 1869 el ruso concluyó una versión primitiva de la obra, que fue rechazada por los teatros imperiales. Razones: que carecía de una protagonista femenina (cómo les gustaba a estos rusos ver a mujeres en escena), que la instrumentación era imposible de ejecutar (¡de cuántas grandes obras maestras en la historia de la música se ha dicho esto mismo!) y que los coros eran demasiado numerosos (claro, señores, es que Rusia está muy densamente poblada).

Bien, pues dos años más tarde, en 1871, Mussorgsky concluyó una segunda versión conocida como "versión original" accediendo a las "desigencias" de los teatros: intercaló el llamado "acto polaco" con un papel femenino, además de incluir unas danzas polonesas y un dúo amoroso, retocando, suprimiendo y añadiendo otras escenas, como el cuadro de la revolución de los campesinos en el bosque. En total, siete escenas. Aunque se la volvieron a rechazar los burócratas del Teatro Imperial, nuestro héroe consiguió en 1872 que se representaran tres escenas: la de la posada y las dos del "acto polaco".

Tuvieron que pasar dos años más hasta que el 8 de febrero de 1874 el Teatro Marinsky de San Petersburgo acogiera ¡por fin! el estreno completo de Boris Godunov en un prólogo y cuatro actos gracias a la bendita insistencia de la soprano Platonova, que interpretaría asimismo el papel de Marina. A pesar del clamoroso éxito que cosechó la partitura (el público ruso sí que tenía criterio) la crítica lanzó demoledores y devastadores ataques contra la obra (¡incluso el propio Grupo de los Cinco al cual Mussorgsky pertenecía! ¿Y esos cuatro se hacían llamar colegas de oficio?). Por desgracia la obra fue retirada dos años más tarde del repertorio del Teatro y hubo que esperar hasta 1896, con el compositor en la tumba desde hacía 15 años, para que el genial orquestador Nikolai Rimsky-Kórsakov, uno de sus compañeros de Grupo (al cual le gustaba mucho hurgar las partituras de sus colegas para que gozaran de una mayor difusión, especialmente las de Mussorgsky, como haría también con su ópera Kovantchina), publicara una versión muy reducida de la obra original. Ya en el siglo XX, en 1908, el autor de Scheherezade o el Capricho Español presentó una segunda revisión de Boris en la que reintegró partes suprimidas en su versión de 1896, estrenándola en París ese mismo año de 1908. Y ésta es la versión que se hizo mundialmente famosa y la que más se ha grabado en disco y representado en los teatros. En ella, el bueno de Rimsky modificó la partitura limando las asperezas de la maciza orquestación de Mussorgsky, amén de desarrollar en mayor grado los abruptos finales de las escenas.

Pero ahí no acaba la cosa, señores. Dos décadas después, en 1928, salieron a la luz las dos versiones de Mussorgsky (la "original" de 1869 y la de 1872), versiones con toda la fuerza, expresividad e intensidad originales (ufff... por fin se acabó el capítulo de versiones, qué agobio, Dios...).



Características musicales de la obra

La escritura orquestal de la ópera es muy oscura, marmórea, áspera, enormemente incisiva, con momentos de carácter épico y triunfal, incluyendo materiales temáticos directamente extraídos del folclore nacional pero adaptados a un discurso musical sumamente elaborado, usando la técnica leitmotívica pero sin someterla a una exhaustiva sistematización.

Por su parte, la voz humana en Mussorsgky (algo que comparte con sus ciclos de canciones) está tratada como él creía que debía expresarse: debía plasmar las inflexiones lingüísticas del propio habla cotidiano ruso. A Mussorgsky le importa cada palabra emitida por la voz, como si de un diálogo natural se tratase, encomendando al elemento orquestal la acción de reafirmar, realzar o prolongar la voz individual, a la cual contrapone la masa coral: simple, clara y directa. El recitado melódico no es un mero procedimiento para Mussorgsky, sino que, por su misma viveza y naturaleza primitiva, le aporta un enorme componente de fuerza dramática, como nunca hasta entonces se había producido (exceptuando Wagner, claro).

Es por tanto que la ópera (y la música en general de Mussorgsky) además de muy moderna para su época (inasimilable para los círculos académicos), es descarnada y viva, expresa todas las impresiones y emociones exteriores del alma humana: describe desde lo más primitivo y brutal hasta lo más puro y sensual.



Fragmentos destacados

De esta majestuosa ópera que puede llegar a las tres largas horas de duración, se han hecho especialmente célebres varios fragmentos; entre ellos destaco la espectacular Escena de la coronación de Boris como zar (que concluye el Prólogo de la ópera), donde una orquestación grandilocuente con profusión de metales y percusión (se oyen hasta las campanas de las catedrales de la Asunción y de los Arcángeles, próximas al Kremlin, en un alarde de suprema exaltación épico-religiosa), sirve a un coro varonil, solemne, glorioso, triunfal.

Otro fragmento que sobresale en cuanto a belleza melódica y sensualidad es el Dúo entre el falso Dimitri (tenor) y Marina (soprano) que corona el acto III, y que en la versión de Rimsky concluye con unos victoriosos "vivas" a cargo del coro.

Por último, de entre todas las intervenciones solistas del protagonista (que tiene p'aburrir durante el transcurso de la ópera), me quedo sin dudarlo con el Monólogo Final (la llamada "Muerte de Boris"), donde el protagonista expresa su desesperación ante su asegurada muerte con un recitado trágico y desolador que alcanza cotas de increíble expresividad e impresionabilidad en los postreros sonidos guturales que emite, mientras el coro, fuera de escena, y para subrayar el clima de dramatismo que rodea al agonizante Boris, lanza loas al nuevo zar. (De este Monólogo Final recomiendo personalmente la versión dirigida por Karajan e interpretada por el gran bajo búlgaro Nikolai Ghiaurov, el Boris Godunov por excelencia).



Ficha completa

Boris Godunov
(Teatro Regio de Turín, 5 de abril)

Boris Godunov: Orlin Anastassov
Pretendiente Grigorij: Ian Storey
Príncipe Vasilij Šujskij: Peter Bronder
Jurodivyj, el inocente: Evgenij Akimov
Andrej Šcelkalov: Vasilij Ladjuk


Dirección del coro: Roberto Gabbiani
Dirección escena: Andrei Konchalovsky
Dirección musical: Gianandrea Noseda
Escenografía: Graziano Gregori






Aquí dejo la imponente Escena de la Coronación