viernes, 3 de diciembre de 2010

La Chica del Oeste cumple 100 años

La Fanciulla del West (La Chica o la Muchacha del Oeste; americano, se entiende) cumple el primer centenario de su estreno en el Metropolitan Opera House de Nueva York: era el 10 de diciembre de 1910. Esta ópera en tres actos de Giacomo Puccini, con libreto de Guelvo Civinini y Carlo Zanganari, está basada en una pieza teatral del dramaturgo estadounidense David Belasco.



En esta obra Puccini rompe con el estilo que caracteriza a sus anteriores producciones operísticas para adentrarse en nuevos terrenos musicales. Hay que reconocer, en mi opinión, que La Fanciulla no es una de sus obras maestras como sí lo son sin lugar a dudas sus precedentes La Bohéme, Tosca o Madama Butterfly. Precisamente desde el estreno de esta última, en 1904, Puccini no había estrenado ni un sólo título hasta su Fanciulla. Parece que el compositor de Lucca no encontraba un libreto o una historia que dramatizar de su gusto.

Creemos que en esta obra Puccini no supo captar tan magistralmente el carácter musical en el que se ambienta la obra (el Oeste americano en este caso) con el suficiente realismo (o verismo) como consiguió plasmar el ambiente musical nipón (en Butterfly) o las melodías chinas como lo haría en su obra póstuma e inacabada, Turandot (1924).

En La Fanciulla la línea vocal de los solistas es casi un parlato (los personajes dialogan más que cantan y abundan menos que en otras obras las frases melódicas donde orquesta y voces coinciden) y los momentos líricos y apasionados que siempre definen a las óperas de Puccini (dúos y arias, sobre todo) en esta obra, son dejados en un segundo plano: apenas han comenzado, se extinguen de improviso o se diluyen sin un desarrollo ulterior. La orquesta es la total protagonista ya que ambienta las situaciones, refleja el dramatismo y acompaña subrayando con acertadas pinceladas el texto de los personajes. Aunque en contadas ocasiones Puccini la deja elevarse sola con el vuelo lírico que recuerda a otras obras del maestro.

En mi modesta opinión, estamos ante una obra un tanto plana en lo musical (quizá el libreto no le deja a Puccini seguir la línea poética de sus anteriores óperas). Es una lástima esperar hasta el acto tercero de la obra para encontrarnos con un momento de reconocible vena melódica pucciniana y que es el único fragmento que ha sobrevivido de la ópera, el aria de tenor Ch'ella mi creda (Que ella me crea) que canta el personaje de Johnson. El modelo estructural por arias y dúos reconocibles, adoptado en sus óperas precedentes, se rompe aquí apostando por un fluir continuo de escenas y música (una especie de melodía infinita, pero salvando todas las distancias con Wagner): quizá una de las pocas arias en sentido estricto de toda la obra es la mencionada aria de Johnson del acto tercero. Respecto a dúos, el que cierra el primer acto entre Minnie y Johnson, difiere absolutamente de carácter respecto el que cierra el acto primero de Madama Butterfly y no digamos de La Bohème (sobre todo en duración en este caso). Algo más lírico (y sobre todo dramático) es el del acto segundo.

En la actualidad raramente se interpreta esta ópera. En el mes de enero de 2011, Yelmo Cines la difundirá desde el lugar que vio su estreno, el Met de Nueva York.


El argumento

La acción de La Fanciulla del West se desarrolla a mediados del siglo XIX en el Oeste californiano. La historia es un auténtico western convertido en ópera. En el Saloon Polka, taberna regentada por Minnie (la chica del título) se encuentra el sheriff Jack Rance jugando al solitario y unos mineros que acaban de entrar tras acabar su dura jornada de trabajo. Jake Wallace (bajo), un cantor vagabundo, rememora a su madre y su hogar en una nostálgica canción a la que se unen los demás mineros. Tras una discusión entre los mineros por trampas en el juego, entra Ashby, representante de la compañía Wells Fargo. Anuncia que el peligroso bandido Ramérrez anda por la zona y comunica al sheriff su propósito de capturarle. Se reparte whisky entre los parroquianos del local, momento en el cual Rance asegura que pronto Minnie se convertirá en su esposa. Algunos mineros (que idolatran a la joven) no aceptan esto y la entrada de la propia Minnie tiene que acabar con una nueva discusión. Minnie es cortejada por el sheriff a lo que la joven asegura que ella no necesita más compañía que la de su revólver. Aparece un desconocido, se trata de Dick Johnson (que no es otro que el bandido Ramérrez con otra identidad) que mantiene una agradable conversación con Minnie, ya que ésta le conocía de antes (pero no sospecha nada de su verdadera identidad), lo que provoca los celos de Rance (que éste en cambio, cual sabueso, sí que sospecha). Tras bailar un improvisado vals a ritmo de palmas con el desconocido, se anuncia la detención de uno de los secuaces de Ramérrez, Castro. Éste piensa que su jefe también ha caído y se ofrece a llevar a Rance al refugio del forajido. Antes de que le prendan, le da tiempo a avisar a Ramérrez, que le ha reconocido dentro del Saloon, de que está previsto el robo del oro de la mina, que se encuentra en el propio local, como Minnie desvela más tarde a Johnson en el extenso dúo que mantiene con él.

Minnie ofrece a Johnson pasar la noche en su cabaña, afuera nieva y suenan disparos en la distancia. Johnson acepta, pero después de que ambos se declaren su amor, llaman a la puerta: son los mineros. Han descubierto la verdadera personalidad de Johnson: es el bandido Ramérrez, y vienen a avisar a Minnie, preocupados por ella. Minnie no les cree, y cuando se quedan solos, ella reprocha a Johnson que le haya negado quién es realmente y que haya venido allí a robar el oro. Él asegura que nunca ha pensado robarlo, pero ella le echa de la cabaña, furiosa. Se escuchan disparos súbitamente, y Minnie, aterrada, sale de la cabaña en su busca, intuyendo que lo han herido. Tras esconder a Johnson dentro de su cabaña, aparece el sheriff, que descubre manchas de sangre en el suelo de la vivienda. Minnie, acorralada, propone a Rance que se jueguen la vida de Johnson en una partida de póker. El sheriff acepta. La muchacha gana con malas artes, lo que hace que Rance, rabioso, se aleje de allí.

Johnson (Ramérrez) ha sido capturado por Rance y los mineros se disponen a ahorcarlo. Se le acusa de robo y asesinato. Johnson se defiende alegando que él nunca ha matado a nadie, pero sí robado, pero no el oro de Minnie. En el momento en que le colocan la soga al cuello, aparece una exaltada Minnie a galope y pistola en mano, amenazando a todos con suicidarse junto a su amado. Los mineros, acobardados y lamentándose, sueltan a Johnson y consienten en dejar partir a la pareja lejos de allí, para siempre.

Dúo Minnie y Rance



Escena de la partida de póker (Final del Acto II)


"Ch'ella mi creda" (aria de Johnson)

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