jueves, 29 de septiembre de 2016

Cóctel coral en el coliseo lírico madrileño

La Fundación Excelentia ha ofrecido por todo lo alto un concierto especial el 28 de septiembre en el Teatro Real un día antes de la inauguración oficial de su temporada en el Auditorio Nacional dentro de lo que ha dado en denominar "Madrid Summer Classical Nights", con dos obras de repertorio sinfónico-corales como la Misa en Do mayor, "de la Coronación", de Mozart y la Novena Sinfonía de Beethoven. Además, la Fundación organizadora de conciertos está de celebración, pues en el presente año sus conjuntos orquestal y coral cumplen sendos aniversarios: 15 años la Orquesta Clásica Santa Cecilia y un lustro la Sociedad Coral Excelentia de Madrid. En este caso, el maestro canadiense Julian Kuerti fue el encargado de dirigir esta esperada cita musical.

Fotografía del concierto cedida por Fundación Excelentia

La lectura de la misa mozartiana (pese a popular, muy poco programada actualmente en las salas de concierto), fue de pulso ágil y ligero en las manos de Kuerti, un tanto sobria, ofreciendo un diáfano equilibrio entre planos discursivos (como esos fuertes contrastes dinámicos en el Credo) y huyendo de pomposidades sonoras en los metales, si bien con tendencias hacia cierta urgencia y precipitación en los tempi rápidos, lo que no fue obstáculo para que las voces del coro, altamente empastadas aunque con mayor primacía de las cuerdas agudas, demostrasen todo su buen hacer canoro, imprimiendo vigor a la famosa pieza, complementadas por un cuarteto de solistas vocales en el que dominó el incisivo timbre de candente metal en el registro agudo de la soprano andaluza Ruth Rosique, que demostró una ligada línea de canto en los arriesgados melismas del cantabile Agnus Dei. Igualmente es grato el color vocal, aunque su voz no es demasiado potente en proyección, del tenor catalán Roger Padullés, y un tanto en segundo plano resultan los materiales canoros de la mezzosoprano granadina Isabel Egea y del bajo argentino Juan Manuel Muruaga.

La orquesta posee una brillante e imbricada sección de violines que ilumina la línea melódica mozartiana y que en ocasiones resulta de una sonoridad camerística que huye de pretensiones románticas. Sin lugar a dudas, donde más y mejor se lució toda la formación fue en el movimiento lento de la sinfonía beethoveniana, llevado por Kuerti a una velocidad equilibrada en la que se agradece distinguir los múltiples detalles instrumentales, y donde descuella el oficio de maderas como la flauta, el oboe o el clarinete. Al contrario que en la misa, el maestro canadiense opta en los tres movimientos instrumentales de la Novena por tempi no apresurados, aunque en el Presto final se decanta por acelerar toda la última sección coral, en parte desproveyendo de hondura el discurso de las muy implicadas voces, y dotando a la lectura coral de cierto toque pirotécnico que también se lo hemos escuchado a otros directores en distintas versiones de esta misma orquesta.

No hay comentarios: