sábado, 25 de febrero de 2012

"El Gato Montés", verismo a la andaluza

Con motivo de las funciones de una nueva producción en el Teatro de la Zarzuela de la ópera española El Gato Montés de Manuel Penella, aprovechamos para realizar una entrada dedicada a esta importante partitura de nuestro género lírico.


El primer reparto está encabezado por la soprano Ángeles Blancas, el joven tenor debutante Andeka Gorrotxategui y el barítono Ángel Ódena; Ricardo Bernal, Saioa Hernández y José Julián Frontal conforman el segundo. José Carlos Plaza se ocupa de la dirección escénica y los maestros Cristóbal Soler y Óliver Díaz se encargan de la dirección musical.


La fatalidad en "El Gato Montés"

El Gato Montés (Teatro Principal de Valencia, 23 de febrero de 1916) se puede considerar estrictamente como una ópera española. No posee partes habladas y todo en ella es un continuo fluir musical. Concretamente es una tragedia andaluza en tres actos que tiene algo de Carmen de Bizet en cuanto a la ambientación en Sevilla y los personajes prototípicos (gitana, torero, bandolero).

En la ópera del valenciano Penella el pathos de tragedia subyace en una profecía de una vieja gitana al torero protagonista, Rafael Ruiz "el Macareno" (tenor), que al leerle las rayas de la mano le avisa de que no se arrime a los toros, ya que si lo hace morirá:

Rafaliyo er Macareno
no te fíê de tu suerte
no t'arrimê a lô torô
que pués encontrá la muerte...

El efecto de esta profecía será el desencadenante del drama, unido a otro elemento de fatalidad que encarna por sí solo Juanillo "el Gato Montés" (barítono), el bandolero protagonista del título que pretende a la misma gitana que Rafael: Soleá (soprano), con lo que el triángulo amoroso, tan característico en las obras líricas, ya está formado. Ese otro sino o halo de fatalidad vinculado al propio Gato lo representa una coplilla popular andaluza aparentemente inocente que se escucha en la escena final del acto primero cantada fuera de escenario por un pastorcillo (soprano):

A una gitaniya quiero
y esa gitaniya ê mía
el que robármela quiera
tiene pena de la vía.

Esta copla simboliza e identifica la voluntad del Gato hacia todo aquel que quiera robarle a su gitana Soleá, que fue novia en un tiempo del bandolero pero que por una causa de honor hacia ella, tuvo que matar a un hombre y echarse al monte por ello (otra obra que posee este detalle argumental la encontraremos nueve años más tarde del estreno de El Gato, y será la operística zarzuela Curro el de Lora, del maestro Francisco Alonso -1925-).

La copla del pastorcillo será repetida por un indignado Rafael al oírla cuando está a solas con Soleá y produce un efecto de enorme dramatismo la entrada del Gato Montés en escena pronunciando la última frase de la misma, interrumpiendo a Rafael: "tiene pena de la vía". Tras un encontronazo entre ambos rivales que Soleá evita que se convierta en tragedia, el Gato propone a Rafael un tremebundo ultimátum: el torero debe dejarse coger por un toro el domingo siguiente en la plaza de Sevilla, si no lo hace, será él mismo quien le dé muerte. Los elementos para el drama ya están servidos.



Características musicales e influencia de la obra

El levantino Manuel Penella (autor tanto de la música como del texto) supo captar como nadie el ambiente musical y los giros del habla cotidiana andaluza. En cuanto a estos últimos se refiere, Penella dotó a cada personaje de los modismos propios del oficio de matador y de las peculiaridades fonéticas que caracterizan el dialecto andaluz: seseo, eses finales aspiradas, eliminación de consonantes en últimas sílabas, cambio de consonantes por otras...

Con este ingrediente, el realismo o verismo del texto se hace patente, y la obra se equipara a lo que ya otros grandes maestros de la lírica española habían dejado plasmado en sus respectivas obras con ambientación andaluza: El puñao de rosas de Chapí, La Tempranica de Giménez o La reina mora de Serrano, por citar unos ejemplos. La primera de estas zarzuelas también recurre, curiosamente, al elemento de fatalidad de la buena ventura adivinada por una gitana cantada en una copla fuera de escena.

En cuanto a la música, ese verismo se pone de manifiesto aún con mayor énfasis, ya que el valenciano articuló una partitura que sorprende por la gran cantidad de hallazgos musicales que encontramos: un rasgo palpable de verismo musical es la inclusión de un Intermedio en el acto II. El Gato Montés no es sólo el pasodoble, pieza obligada en multitud de plazas de toros de España, la que nos hace una idea de la obra; ésta es mucho más, no siendo el pasodoble más que una pieza anecdótica (eso sí, con mucha fuerza y empaque) a la que debe su popularidad.

Ya desde el mismo comienzo de la obra, un envolvente tema melódico en las cuerdas de reconocible identidad andaluza, nos pone en situación de la gran entidad musical que nos espera. La ópera está atravesada por doquier de los giros, las cadencias y los ritmos de la música andaluza (seguidillas, peteneras, garrotín gitano) con una espontaneidad, una vitalidad y una frescura sorprendentes, todo ello unido a una poderosa y rica orquestación.

Penella le debe mucho en este Gato a los grandes operistas inmediatamente precedentes: Chapí (Margarita la Tornera), Bretón (La Dolores), pero especialmente a Albéniz (Pepita Jiménez) y Falla (La vida breve). La influencia de estas obras líricas es manifiesta en la partitura. Curiosamente Granados estrenaba en el Metropolitan Opera House de Nueva York su ópera Goyescas el mismo año en que lo hacía Penella, concretamente el 26 de enero.


Portada de la grabación completa de la ópera en el sello DG


Análisis de Leitmotivs

Es El Gato Montés una ópera con bastante profusión de temas o pasajes melódicos que podríamos calificar como leitmotivs, que se escuchan en situaciones descriptivas o críticas del drama:

  • El aludido tema inicial en las cuerdas que abre la ópera poseerá otro tratamiento más oscuro y dramático, en modo menor, y tocado por las cuerdas, al comenzar la escena 1ª del acto III; y por metales y percusión al final de susodicha escena, cuando el Gato se lleva el cadáver de Soleá a su guarida.
  • El victorioso tema de entrada de Rafael el Macareno cantado por el coro a ritmo de marcha con fanfarrias en el acto I conformará parte del famoso pasodoble en el II. También lo hallamos en el II acto después de que Rafael haga la exaltación a su tierra andaluza: "Bendita la tierra mía, bendita mi Andalucía", que abre el famoso dúo con Soleá: "Vaya una tarde bonita que jase pa toreá". (Aun así, este y el anterior tema inicial reaparecerán en diversos momentos y con tratamientos orquestales diferentes a lo largo de la ópera asociados al propio torero).
  • Al final del acto II, en la escena de la corrida de toros, Penella someterá a diversas modificaciones el famosísimo pasodoble conforme a lo que va aconteciendo en la plaza de la Maestranza: primero expondrá la pieza tal y como lo conocemos todos, y en el transcurso de la corrida lo cambiará de instrumentación, de carácter, se volverá más oscuro en la cogida a Rafael, etc. Es quizá el pasaje musical más descriptivo, de un gran realismo, amplificado por los vítores y los jaleos del público asistente. Antes, el aludido dúo más famoso entre Soleá y Rafael, al comienzo del acto II, concluirá con el tema del pasodoble, en la recordada frase "Torero quiero sé", como elemento musical anticipatorio de lo que posteriormente será la escena en la plaza de toros.
  • "¡Maresita!" es la exclamación que Rafael el Macareno dirigirá a su madre Doña Frasquita (mezzo) al llegar triunfante al cortijo andaluz al comienzo del I acto, que volverá a exclamar al final de dicho acto tras la amenaza del Gato; que se escuchará de nuevo en la despedida del Macareno a su madre al final de la escena 1 del acto II, y que por último gritará herido de muerte por el toro al final de dicho acto. A dicha exclamación va aparejado su motivo de 5 notas.
  • El tema principal de la canción que canta Soleá en el acto I: "Juntô dende chavaliyô" será el material musical con el que se cierre muy dramáticamente la escena primera del acto III. También se escucha en los chelos al inicio de la escena segunda del III, como fondo musical de la emotiva canción del Gato: "¡Soleá!¡Ná! Ya no me quéa naíta".
  • Como conclusión de la escena 1 del III acto, la coplilla del Pastorcillo volverá a ser escuchada fuera de escenario cual presagio funesto para enfatizar la huida del bandolero con el cadáver de Soleá; es precisamente el Gato quien esta vez pronuncia el último verso de la coplilla antes de salir huyendo: "tiene pena de la vía". Como no podía ser de otra manera, el tema de la copla del pastorcillo también concluye la ópera, en los metales, curiosamente siendo escuchados sólo los acordes de los dos primeros versos:

    A una gitaniya quiero
    y esa gitaniya ê mía

    quizá para demostrar que Soleá era en la vida y es en la muerte propiedad exclusiva del Gato, no teniendo ya sentido los otros dos versos: "el que robármela quiera, tiene pena de la vía", porque el Gato ya ha muerto (esta es una interpretación muy libre mía).
  • El propio Gato posee temas musicales propios en sus grandes escenas: aparece por primera vez delante de todo el cortijo hacia la mitad del acto I, bajo unos amenazadores acordes del viento metal (en esta escena destaca su precioso lamento: "Huye, bandolero, huye del mundo entero", melodía que se escuchará como recuerdo al final del acto I, tras la amenza del Gato a Rafael, y que será parte del sustrato musical de la introducción orquestal de la escena 2ª del acto III). El Gato, al irrumpir en el velatorio de Soleá, también se apropiará de la fúnebre frase musical "Ahí la tenéî" que le canta momentos antes la vieja gitana a la difunta Soleá al principio del III acto, cuando aquélla viene a traer flores a la sepultura.
  • Unos brevísimos acordes de la escena de la gitana leyendo la buena ventura a Rafael en el acto I serán escuchados por el metal, como un recuerdo de la funesta profecía, al final del rezo que canta Rafael antes de salir al ruedo y en el violento y abrupto final del acto II, al morir en la plaza, en combinación con los sones (en un ejercicio de auténtico genio) del pasodoble. (Tanto la Gitana como los personajes del Padre Antón y Hormigón también poseen motivos a ellos asociados).
  • Las escenas puramente amorosas entre Rafael y Soleá poseen un motivo ondulante a ellos asociado: aparece al encontrarse ambos, tras la llegada de Rafael, al principio del acto I, y lo recogerá el pequeño dúo que mantienen antes de que entre el Gato en escena casi al final del acto I.
  • El Preludio del acto II incluye un doliente tema en las cuerdas graves que servirá a Soleá para cerrar muy verista y dramáticamente la escena primera del acto II. Tras esta escena sonará otro prodigio orquestal: el Intermedio (que podría guardar similitudes con el de Goyescas de Granados) que alterna igualmente un tema lento en las cuerdas graves, muy hermanado con el del Preludio, con un enérgico ritmo de petenera.
  • La introducción orquestal de la escena segunda del acto II posee un agitado tema en las cuerdas que simula los instantes preparativos previos a la salida de Rafael a la plaza y que volverán a ser escuchados posteriormente en plena corrida de toros en la traslación musical que Penella efectúa desde el ruedo a las gradas, donde se encuentran Soleá, Frasquita y Hormigón (barítono) (fiel picador de Rafael), cuando la madre del torero le comunica al picador que ya está informada de la amenaza del Gato, instantes previos a la cogida de Rafael.
  • La transición o introducción orquestal entre las escenas 1 y 2 del III acto contienen material melódico de la brevísima oración que el Macareno reza antes de salir a la plaza: "Señó, que no me farte er való". 

Podríamos seguir analizando motivos y no acabaríamos nunca. Lo que sí puedo añadir para terminar hablando de esta verista obra musical de nuestra lírica es que todo buen aficionado podría reconocer el final de la ópera Cavalleria Rusticana (en las exclamaciones de Mamma Lucia y Santuzza al descubrir el cadáver de Turiddu) con las proferidas por Doña Frasquita y Soleá al final del trágico acto II, apoyadas por una frenética orquestación muy parecida a la que utilizó en 1890 Mascagni para cerrar la ópera que abrió el verismo italiano. Y también unos amenazadores acordes del metal en el acto I, cuando Rafael pronuncia la frase: "¿Quién conoce la verdad? ¿Quién la ha visto? ¿Y and'está?" recordarían a la sombría instrumentación de ciertos pasajes de la Tetralogía wagneriana.

Quizá diréis que rizo demasiado el rizo, pero con esto quiero demostrar que esta obra y por extensión nuestra lírica, tiene una entidad musical única. Os dejo el dramático final del acto I de la ópera con los mismos intérpretes que la grabación de DG: nuestro Plácido Domingo y la soprano chilena Verónica Villaroel.

1 comentario:

zarzuelas dijo...

http://zarzuelasdecoleccion.blogspot.com/search?q=el+gato+montes