lunes, 4 de febrero de 2013

Doblete de sainetes "serranos"

El Teatro de la Zarzuela ha programado en su temporada una muestra de género chico ofreciendo un programa doble del levantino José Serrano: La reina mora y Alma de Dios, una nueva producción con el siempre eficaz Jesús Castejón como director de escena y actor en el segundo de los títulos. Dos sainetes que no se habían subido en los últimos años a la escena española y que el cómico ansiaba rescatarlos, especialmente el segundo, ya que según ha manifestado: "no recuerdo haber visto representada nunca Alma de Dios".

 

No vamos a descubrir ahora al hombre de teatro lírico que es Jesús Castejón, con sabia tradición familiar a sus espaldas. Con estas dos obras vuelve a acertar plenamente añadiendo una producción escénica más a su haber como director y actor-cantante. En el primer título de Serrano ha optado por respetar la acción original del sainete andaluz estrenado en 1903 con libreto de los hermanos Álvarez Quintero.

En cambio, ha decidido actualizar la obra de Carlos Arniches y Enrique García Álvarez, de 1907, dando un importante salto temporal al trasladar la enredada acción de tema familiar al Madrid urbano de la década de los años 70. Es sorprendente la imaginación que despliega para adaptar el espacio escénico a dos obras cortas muy diferentes en cuanto a planteamiento teatral, ofreciendo gran ritmo y variedad en cada una de las escenas de ambos sainetes.


Los dos escenarios de La reina mora, el caserón de los duendes y la cárcel de un barrio de Sevilla, Castejón los recrea con verdadera fidelidad y respeto al libreto original, utilizando grandes paneles giratorios y variando la iluminación, más sombría en la escena del presidio. Pero es en Alma Dios donde su propuesta escénica ha desplegado mayor genialidad e innovación (escenografía a cargo de Ricardo Sánchez-Cuerda). En la primera escena se presenta un apartamento en primer término con diferentes planos, tipo 13 Rue del Percebe, donde se perciben un pasillo de ascensores, un portal de calle y un vestíbulo, mostrándonos el trayecto que realiza el señor Matías con su carrito de bebé desde la calle hasta su vivienda. En la segunda escena nos llevan al oscuro interior de la Iglesia de San Lorenzo en Madrid con el sarcástico lema inscrito en una pared del templo "Con Dios me acuesto y me levanto".


A continuación pasamos a una fachada de inmuebles y un comercio de consumibles en una calle de Madrid, con el puesto de castañas de Matías (es en el picaresco número de esta escena, "las seguidillas del fuelle", donde se percibe cierto carácter de musical, con las féminas por las que suspira el dandi girando alrededor de él con vestidos de diferentes colores de estética Un, Dos, Tres). Por último, en la escena desarrollada en el barrio de Las Cambroneras, presenta un campamento gitano rodeado de chatarra vieja, que se convierte en un vistosísima escena de multitudes con la irrupción de los gitanos húngaros y su memorable canción "Hungría de mis amores". En esta obra el burro original que se menciona en la Farruca que desde hace tres días padece "nuralgia" es sustituido por un transistor a pilas y una motocicleta desvencijada que los gitanos pretenden vender a toda costa, lo que pierde gracia y desvirtúa en cierta medida la alusión al asno respecto a lo que el libreto hace decir textualmente al Tío Zurito: "¡Josú, qué desgrasia é! / ¡Ay probe animá! / ¿Por qué no lo lleva pa que lo 'ersamine' Ramón y Cajal?". La traslación a los años 70 podría ser extensible por estos tipos sociales a nuestra misma época actual.

Castejón siempre al abordar una nueva producción no representada nunca o lejanamente en el tiempo, realiza un ejercicio de peinado y adaptación de los libretos originales, lo que le lleva en ocasiones a suprimir grandes cantidades de texto, y a un servidor se lo comunicó respecto de estas dos obras. La razón aludida: el gran lucimiento que se dio en la época a los actores en los parlamentos hablados en detrimento de los cantantes. Ello es así porque estos dos sainetes de Serrano (y la mayoría de sus sainetes madrileños como El amigo Melquíades o Los claveles, y por extensión el género chico) son esencialmente eso, teatro hablado, con escasa ejecución de partitura musical, pero los pocos números musicales que esbozó, de una indudable calidad melódica.


No entendamos este ejercicio del gran actor como una traición e irrespetuosidad a las obras originales. Todo lo contrario. Con esa labor las hace un enorme favor, presentándolas al espectador de hoy con un ropaje nuevo. Hasta qué punto ha respetado Castejón la letra primigenia de las obras que las aludidas seguidillas del fuelle de Alma de Dios mantienen esas palabras inentendibles para un profano de nuestros días que se quiera acercar a la obra, y que resultan en sí mismas adaptaciones muy castizas de otros vocablos extranjeros.

El propio Castejón ha calificado esos términos de "arnichismos" (palabras que Arniches se inventaba y luego el pueblo las repetía, o bien que formaban parte del habla popular y el genial literato las incluyó en sus sainetes): "demimondentes", "pilongüiri", " "güirisiv"; o aquellas otras extraídas del lenguaje caló de los gitanos, ya que la ambientación romaní en ambas obras es destacada. No sólo es territorio exclusivo de Arniches esta inclusión de casticismos en sus obras, ya Felipe Pérez y González en La Gran Vía de Chueca y Valverde le hizo decir al Elíseo Madrileño en su popular Schotish: "la igilí", por la expresión inglesa "High Life".


Lo que ha resultado llamativo ha sido la supresión de los parlamentos hablados sobre música en la escena de La reina mora que introduce el dúo de Coral y Esteban, cuando Coral dialoga con el carcelero acerca del cumplimiento de pena de su amado preso con las descaradas exclamaciones fuera de escena de uno de sus compañeros de presidio; y el parlamento que sigue tras el dúo, cuando el carcelero le exige a Esteban regresar a la celda, antes de que toda la orquesta a solo recupere los temas del número.

Otra eliminación ha sido en el texto y en la música de Alma de Dios: el número musical cómico del ensayo de la misa "Gratias agimus tibi", en la escena segunda de la obra (que cuenta originariamente con el personaje de Carrascosita desafinando por encima del orfeón y la ejecución de un organillo en vez de un órgano cuando el maestro de capilla pide que suene éste), y la opción de no interpretar el intermedio orquestal combinando los dos temas que se escuchan originariamente en ese intermedio: el más lírico tema de la canción hungara y el más rítmico de la farruca. La obra ha sido introducida con la melodía instrumental del citado ensayo de la misa antes del preludio original cuya veloz melodía es la de las seguidillas del fuelle. Es una lástima, porque el número del ensayo habría dado mucho juego a nivel escénico, por la comicidad esperpéntica que posee en sí mismo. Presuponemos que Castejón ha prescindido de estas partes originales de ambas obras por inadecuarse a su propio planteamiento escénico. En esta producción se ha seguido las ediciones críticas de los directores José Miguel Pérez-Sierra (2012) para La reina mora y Cristóbal Soler (2010) para Alma de Dios.


El gran componente actoral que poseen las dos obras ha contado con un solvente equipo de intérpretes. Sería, no obstante, inacabable la mención de todos y cada uno de ellos, por la extensión del reparto cuya gran mayoría de sus miembros dan vida a personajes episódicos. En la primera zarzuela encontramos de nuevo la participación en este Teatro de la cupletista Charo Reina en el papel de la devota Doña Juana la Loca, al popular cómico de televisión sevillano Miguel Caiceo como el saleroso andaluz señor Miguel Ángel y por encima de todos, al tenor cómico Juanma Cifuentes recreando con histrionismo y amaneramiento el deje del habla sevillana en su pomposo papel del galán trasnochado Don Nuez (una mezcla entre cacique y señorito andaluz), aunque en ocasiones su vocalización hace un tanto inentendible el lucidísimo texto que le destinan los hermanos Quintero. De su serenata final a la alcoba de la reina mora realiza una versión mucho más aflamencada de la que tenemos constancia sonora en las grabaciones discográficas de la obra. Impagable asimismo su doblete en Alma de Dios como el gitano Tío Zurito, junto al Pepe el Liso de Caiceo, ambos en la divertida línea de la primera obra.


Del cuadro de actores en esta obra señalar, aparte del propio Castejón, que es un intachable actor cómico, de admirable versatilidad (ignoramos cómo no se le ve en televisión, ya que su recreación del señor Matías podría ser equiparable a la de cualquier papel cómico de serie televisiva familiar en horario prime time), a las actrices Cristina Marcos, como una temperamental y marimandona (pero de buen fondo) señora Ezequiela, su mujer, y la joven Manuela Velasco como la desventurada sobrina Eloísa, a la que se ve asiduamente en series televisivas, como recientemente Águila Roja. El resto del reparto cumplió en cada uno de sus breves roles, dentro de la idiosincrasia y mayor o menor importancia que tienen, en un sainete argumentalmente tan enrevesado como es éste de Serrano.


En el terreno vocal ambas obras no ofrecen grandes exigencias a los cantantes: en La reina mora la soprano lírico-spinto Cristina Faus junto al barítono César San Martín regalaron ese corpus central de magistral melodismo que es el dúo de Coral y Esteban con emoción y lirismo, así como la soprano ligera Ruth González encarnó un Niño de los Pájaros con hechuras, gracejo y soltura por el escenario, resolviendo con frescura sus breves coplas a la reina mora. Faus volvió a intervenir en la segunda obra como la gitana María Carmen cantando la famosa farruca "Envuelto en papel de plata". Por su parte, la aparición estelar del tenor Alejandro Roy en la sentimental canción húngara hizo que se llevara muy merecidamente la mayor ovación del teatro.


En el foso, el joven talento José María Moreno, que por primera vez le vemos interpretar una producción de zarzuela en el coliseo de la calle Jovellanos, se acercó a la escasa música de dos obras de género chico con garra y detalle, haciendo justicia al frente de la Orquesta de la Comunidad a las bellas melodías del maestro levantino. No olvidar la austera coreografía flamenca en la escena de la cárcel de La reina mora y la cuasi de musical americano en las seguidillas de Alma de Dios, debidas a la hermana de Jesús, Nuria Castejón. En suma, es un verdadero placer degustar una doble ración de sainetes líricos "montados" tan sabiamente, desde el respeto y el amor a nuestro género.

Vídeo promocional del montaje

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