jueves, 5 de mayo de 2011

"Luisa Fernanda", la zarzuela en tiempos de crisis


LUISA FERNANDA (Moreno Torroba)
Del 8 de abril al 22 de mayo de 2011
Teatro de la Zarzuela


Crítica del montaje

Tras un lustro sin disfrutar de la zarzuela más popular y taquillera de Moreno Torroba (la última producción fue la del Teatro Real), Luisa Fernanda vuelve felizmente al Teatro de la Calle de Jovellanos. Pero mucho más alejada en cuanto a concepciones escénicas. Si la versión del director de escena Emilio Sagi en 2005 estuvo dominada por el minimalismo, la propuesta actual de Luis Olmos, en esta su despedida como director del Teatro, se caracteriza por una interesante innovación técnica revestida con las exigencias de la irremediable austeridad presupuestaria (recordemos que este año el Teatro de la Zarzuela ha sufrido un recorte del 12% en su presupuesto). Dicha innovación es la proyección.


La escenografía la conforman casi exclusivamente proyecciones distribuidas en varios paneles que, o bien se mantienen estáticas (edificios), o se mueven ligeramente (copas de árboles, nubes, estrellas) o se transforman según se van desarrollando los acontecimientos (creándose incluso figuras y formas), abundando los colores oscuros de edificio en los dos primeros actos (excepto en la escena de la Verbena de San Antonio de la Florida, donde hay más luz) y los colores otoñales de paisaje campestre en el tercero, el acto que se desarrolla en el cortijo de Vidal. Ya sólo por esta curiosa innovación escenográfica el montaje llama la atención para bien (y no como para otros críticos, que no han visto más que aspectos negativos en ella). La única aseveración que se podría hacer al montaje es que el espacio escénico, en mi opinión, no ha sido aprovechado de manera idónea, algo que resulta vital para números de conjunto, como por ejemplo, la Mazurca de las sombrillas.

El texto original de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw ha sido recortado en muchos pasajes hablados, para aligerar la acción, pero lo que a mi parecer es imperdonable es que el bellísimo final dialogado sobre fondo musical que os reproducí completo en esta entrada, haya sido modificado y mutilado en exceso, con lo que ese momento pierde bastante cargamento de dramatismo y tensión emocional.


El reparto, de auténticas campanillas. Acudí al de Zapata/Navarro/Rodríguez/Rey-Joly en los papeles principales. Todos y cada uno de ellos por sí mismos podrían dar una auténtica lección magistral de canto a Mortier y echar al traste sus estúpidas críticas dirigidas al conjunto de nuestros cantantes españoles. Permitidme que sea políticamente incorrecto y comience con los caballeros (a pesar del protagonismo femenino del título). José Manuel Zapata, tenor lírico, recreó a un correcto coronel Javier: gallardo, con temple y altanería en lo actoral, y en lo vocal censurarle esa pequeña imperfección que tiene a veces en la zona superior, donde se afila un tanto en exceso la voz, pero en general el timbre es bello y la voz se mantiene firme y segura en todos los registros. Magistral el dúo del tercer acto con Luisa Fernanda "Subir, subir y luego caer" (de una delicadeza y sensibilidad exquisitas). El barítono Juan Jesús Rodríguez estuvo aún más espléndido, fue el auténtico, el indiscutible galán de la tarde: su Vidal fue abrumadoramente soberbio. Aunque llegar arriba se nota que le cuesta, acomete su papel con suma entereza, lo mejor: su dúo con Luisa Fernanda del primer acto y su romanza "Luche la fe por el triunfo" del segundo.


Ahora, las damas: la primera, bravísima. Me estoy refiriendo a Amparo Navarro, nuestra Luisa Fernanda. Su voz, con más cuerpo que una soprano lírica, casi de mezzo, encaja perfectamente en este personaje angustiado en todo momento y algo masoquista hacia el amor de un tarambana como es el coronel Javier (suscribo el halo poético que también ella impregnó en el dúo del tercer acto). Hablemos ahora de su antagonista: es de agradecer que María Rey-Joly no sea la típica soprano ligera con voz atiplada, con lo que el personaje de la Duquesa Carolina no fue gorjeado, sino debidamente cantado, aunque no con la dicción deseada, algo que ya es estructural y deficitario en estas cuerdas. Su Duquesa fue la orgullosa y casquivana dama de alto copete monárquico-isabelino que requiere el personaje.

De los papeles casi estrictamente actorales, me quedo con la actuación de Ismael Fritschi (el chapuzas de la serie Betty la fea) que nos bordó un simpático Bizco Porras, y con la mujer de este personaje, Mariana, encarnada por la veterana Amelia Font, especialista en recrear papeles maduros con cargos de responsabilidad hogareña y asesoramiento amoroso.

Como siempre, labor encomiable la de ese espectacular y versátil coro del Teatro en el número de las sombrillas y en el coro de la ceranda del tercer acto, con un gran alarde de vistosidad y colorido en cuanto al trabajo coreográfico (en este caso en las sombrillas no abundaba el color blanco, como en la producción de Sagi en 2005, sino que había más cromatismo). El director Óliver Díaz en el foso no convirtió a la Orquesta de la Comunidad en un elemento acústico ensordecedor, sino que subrayó con especial acierto los detalles más poéticos y delicados de la inspirada partitura de Moreno Torroba.

2 comentarios:

Mocho dijo...

¡Hola!
Me hubiera gustado escuchar a Amparo Navarro, pero me tocó la Gallardo-Domâs, que tuvo bastantes dificultades con el papel. El resto fue el mismo elenco.

A mí también me pareceiron bien las proyecciones, daban dinamismo y, si no hubiesen sido tan feotas, negras y esbozadas, no habrían tenido tantas críticas. Como ya dije, será una Luisa Fernanda tecnológicamente innovadora, pero escénicamente fue de lo más clásica.

Yo sí estoy de acuerdo en que se aligeren un poco los textos hablados de la zarzuela. No tanto como hicieron en el Teatro Real, donde redujeron el argumento al drama amoroso únicamente, pero sí quitar paja.

Ahora, lo de cortar el "porque si llego a besarla mira que no te la llevas" es un sacrilegio y se carga el dramatismo del final.

Cuaderno de un bloguero dijo...

Mira aquí tienes un nuevo comentario, para que luego digas.