Bajo el sello discográfico Deutsche Grammophon, de la Ópera de Zurich nos llega esta producción de El holandés errante, representada en 2013 con propuesta escénica de Andreas Homoki y dirección musical de Alain Altinoglu.
La puesta en escena a la que asistimos,
que huye una vez más de la literalidad, no hace demasiada justicia a la
primera ópera romántica importante de Wagner, ya que la traslación
temporal a los años 20 del siglo XX y el nuevo corpus simbólico
aplicado, desvirtúa y tergiversa a nuestro entender la poderosa y
legendaria ambientación histórica. No se hallarán aquí ni el mar
tempestuoso de la costa de Noruega, ni buques tripulados por marineros,
ni ruecas giradas por hilanderas. El original navío y tripulación de
Daland han sido sustituidos por una pléyade de diligentes oficinistas
ataviados elegantemente y con idénticas gafas circulares que, presididos
por un gran mapa de África, trabajan de forma incansable para su severo
jefe realizando gestiones con el único objetivo colonialista. El
timonel, en vez de guiar la nave, se comunica con los tripulantes del
bajel fantasma por medio de un teléfono de la época.
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