sábado, 7 de diciembre de 2013

Adiós a Fernando: hasta siempre, amigo

La muerte de Fernando Argenta me ha afectado profundamente. No sabía nada de su crítica enfermedad y para mí ha sido un palo muy doloroso.

Fernando ha significado una parte fundamental de mi infancia y primera adolescencia a través de sus insustituibles programas de radio y televisión. Él me enseñó como ningún otro a aprender, pero sobre todo a amar y disfrutar la música clásica. Para mí no hubo nadie como él que hiciera tanto por la divulgación musical en este país que desgraciadamente denigra toda la cultura y exalta valores mediocres.

Recuerdo los ratos amenos y de aprendizaje que me hizo pasar escuchando Clásicos Populares en compañía de su gran compañera Araceli (¿qué aficionado no recuerda sus múltiples secciones, concursos...?), firmándome discos cuando acudía a alguno de los programas en directo que ofrecían en algún centro comercial, y lo bien que me lo pasaba viendo cada sábado desde mi casa El Conciertazo en La 2, donde le veíamos divulgar con pasión y entrega absoluta la música entre los más peques. Siempre repartiendo felicidad a todos.

Tuve la oportunidad y el inmenso placer de conocerle en persona realizándole dos entrevistas, una en 2008 (a punto de acabar su etapa en RNE, cuando la dirección del Ente Público le dio totalmente la espalda a él y a sus programas de forma injusta e hipócrita) y otra en 2010. Además de las cosas interesantísimas que me contó, pude descubrir su gran valor humano, que me impresionó hondamente. Siempre estaba de buen humor, con una sonrisa en la boca, riendo constantemente, y tratándote afectuosa y amablemente.

Yo quiero recordarle precisamente con su cálida sonrisa y su carácter familiar. Para mí merece un puesto de honor entre los más grandes. Nunca te estaremos lo suficientemente agradecidos por todo lo que nos has dado, pero siempre te llevaremos en el corazón. Buen viaje y hasta siempre, amigo. Descansa en Paz.


- Aquí dejo los enlaces a mis dos entradas del blog dedicadas a la última conversación que mantuve con él en 2010, con motivo de la publicación de su libro "Los clásicos también pecan".



- Y aquí va la entrevista semblanza que le realicé en 2008 para una de las asignaturas de mi carrera (en la última respuesta se pone de manifiesto el carácter incansable de su inigualable personalidad divulgativa).



FERNANDO ARGENTA: “Mi ambición es la lucha contra mí mismo por conseguir transmitir la música a los demás”

El más conocido divulgador de la música clásica en España, Fernando Argenta, es un hombre enérgico, que no pierde en ningún momento su sano sentido del humor. Son ya 32 años los que ahora ha cumplido su programa de RNE, “Clásicos Populares” y él continúa con las mismas ganas e ilusión de siempre de difundir la música clásica. De su genial padre, Ataúlfo Argenta, se cumplen este año 50 de su prematura muerte. Al hablar de él, Fernando lo hace con sincero fervor y admiración así como con una sentida nostalgia y emoción.  No es para menos.


¿Es tan marchoso como lo demuestra en TV? ¿Tiene algo de niño?
Depende del día. Generalmente no, porque no estoy actuando. No suelo correr ni saltar por los pasillos de mi casa…Pero sí, soy bastante activo, una persona bastante nerviosa, quizás. Mucho de niño. Gracias a Dios, porque yo creo que si no tenemos algo de niño estamos perdidos en este mundo. La ilusión por las cosas pequeñas, el ver la vida a largo plazo, no estar pensando en el mañana casi, para poder pensar en el día a día.

¿Ambicioso?
Depende de lo que se entienda por ambición. Mi ambición no es lo que entendemos generalmente por ambición, de poder ni de dinero… Mi ambición es más personal, algo de lucha contra mí mismo, por conseguir algo que yo creo que debo conseguir, que es transmitir en este caso la música a los demás, y antes me hubiera gustado mucho ser director de orquesta, como mi padre. Era una ambición de poder disfrutar con lo que a mí más me gusta, que es la música.

¿La música lo es todo para usted? ¿Cree que es el arte universal por excelencia?
>Todo, todo, no. Sin música como todo el mundo podría vivir. No se puede vivir sin las cosas primarias y más esenciales. Pero naturalmente que la vida no es solamente eso. Y desde luego la música es una de las cosas más importantes.

>Sí, porque lo es en el sentido de que no hace falta traducir la música a ningún idioma.
Eso de que es el idioma universal en cierta medida sí. Pero la música no es asimilada por todo el mundo de la misma manera. Ahí sí que entran ya unos valores, unas tradiciones, una determinada educación. A nosotros seguramente hay ciertos tipos de música orientales que no es muy difícil asimilarlas, porque no tenemos esa educación desde el principio.

Usted fue miembro del grupo de rock “Miki y los Tonys” durante sus años mozos, ¿qué lleva a crear el grupo?
Pues la afición por la música rockera de aquellos tiempos, que no era compartida por el 99,9% de los españoles. Así como a ahora a casi todos los jóvenes les une más o menos el mismo estilo global de música. En aquella época, no, el rock era algo minoritario, elitista en España, ahora que parece increíble que lo fuera. Además patrimonio de unos pocos niños de casa bien, universitarios, de familias de la alta burguesía. Nosotros teníamos acceso a ese tipo de música al que no tenían los demás porque por la radio no se daba nada. Teníamos acceso a los discos, posibilidades económicas para comprar una guitarra, amplificador…traérnosla de fuera de España, incluso. Éramos los pijos de hoy en día.

¿Por qué no continuó en el grupo al acabar la mili? Siguieron a su marcha años gloriosos para el mismo…
No, antes de acabar la mili ya lo había dejado. El grupo empezaba a seguir una senda que a mí no me gustaba, porque empezó a ponerse de moda la canción del verano…Había que sacar algo de dinero, ya que tocábamos mucho tiempo por poco dinero. Además yo veía que aquello no tenía futuro ninguno, aquello había sido algo pasajero, muy divertido, porque a mí me había gustado tocar la guitarra, o disfrutaba tocando. Luego después pensé que tenía que hacer una carrera y dedicarme a estudiar y dejar de perder el tiempo en el grupo.

¿Iba para músico profesional, como su genial padre?
Como él no podría haber llegado a ser, porque él era un superdotado. Pero yo hubiese sido un buen director de orquesta, seguro, lo que pasa es que cuando murió mi padre me hizo alejarme de los estudios musicales en el conservatorio. Entonces después de acabar Derecho, casarme y hacer la mili, entonces es cuando me metí a estudiar música, pero claro, ya tenía muchos años. La música hay que empezarla a estudiar desde pequeño, perdí el tren por eso, llegué tarde.

Sin embargo ha llegado a dirigir orquestas…
Sí llegué a dirigir por un impulso, por intuición. Yo no estudié dirección de orquesta como tal. Soy autodidacta y lo que me sale me sale por intuición. Es verdad que los músicos que han tocado conmigo dicen que tengo algo especial que no tienen otros, pero cuando yo he ido a dirigir una orquesta no he engañado a nadie, previamente los músicos sabían que no era director y además les pedía ayuda, porque si no a los cinco minutos eso era un desastre.

Usted ha creado el programa musical radiofónico con más audiencia, “Clásicos Populares”, ¿cómo se le ocurrió la génesis del mismo?
Me encargaron un programa casi de relleno, de 20 minutos, casi sin entidad propia. Iba de 9’10 a 9’30, eran 20 minutos que quedaban hasta que empezaba Radio Gaceta de los Deportes. Fue un puente musical, con grandes orquestas ligeras, Mauriat, Mantovani…con melodías de hoy y de siempre. Total, yo dije: ah, sí, ¿buenas orquestas? Pues os vais a enterar: Filarmónica de Berlín, de Viena,…y presenté el proyecto a Enrique Franco, que era director musical de RNE, le pareció bien, era un programa novedoso por lo que no se sabía cómo iba a responder la gente y así empezó “Clásicos Populares”. Hubo una reacción en contra muy fuerte porque veían una desacralización de la música clásica los que no estaban acostumbrados a ella.

Ha conseguido un modelo pionero de programa, para todo tipo de público sin crear prejuicios, de manera amena e incluso divertida, ¿lo cree así realmente?
Sinceramente yo lo que pretendía era llevar la música clásica a aquellos que no entendían de ella. Y pensé que para ello el lenguaje es fundamental, y empecé a hablar como se hablaba antes y ahora, normal, y mostrar a los músicos como algo cercano, no como dioses. Una especie de cebo, de gancho, para que la gente pudiera escuchar luego la música. Lo malo es que antes no lo escuchaban porque había un rollo que no se enteraban de nada. Y si los oyentes veían a un ser humano más que a un dios, luego escuchaban la música de diferente manera.

Ha creado también un vínculo con su audiencia, convirtiéndose a veces en verdadera protagonista del programa, ¿es una de las claves del éxito?
Creo que sí. Dar la voz a los oyentes, y sobre todo en aquella época era muy importante. Era algo inaudito, y el que alguien pudiera llamar, de repente salía un cabrero, por ejemplo, diciendo que le gustaba la música de Händel, y aquello provocaba un impacto que a los demás oyentes les hacían sentirse hermanados, no sentirse solos, aislados, sino acompañados, identificados.

Viendo los embates de los programas hoy en día, 32 años en antena ininterrumpidos, ¿es casi un milagro?
No, es un milagro. Esta casa por la política ha sufrido muchos cambios de dirección, y en cada uno se cambia todo, además es normal, el director viene a cambiar lo que ha hecho el anterior porque su nombramiento está justificado porque él viene a hacer algo nuevo. Que luego no han hecho nada nuevo, son mismos perros con diferentes collares, y bajo ese punto de vista, sí, somos unos privilegiados. La base era que era un programa que no molestaba, gustaba a todo el mundo, no tenía connotaciones políticas, ni informativas, que la gente había cogido mucho cariño y se había visto como un ejemplo a seguir en la radiotelevisión pública y entonces lo que hacían era cambiarlo de hora.

Usted dirigió Radio 1 y Radio 3. ¿Qué modelo de programación aportó?
Lo único que hice en Radio 3 era cambiar la estructura de programación. Había programas de media hora y muy diferentes: de filatelia, de cómics… Aquello era diseminar demasiado la programación, había mucho cambio brusco. Yo dije: vamos a ver, vamos hacia una dinámica arriba o abajo: por la tarde era más para jóvenes, por la mañana magazines…siempre con mala uva, porque era una crítica muy ácida, Radio 3 se caracterizaba por ser la reserva de los valores espirituales de la izquierda, y pensé que, siendo yo de pensamiento más socialista, aquello había pasado ya, no tenía sentido en los años 86-87 que se mantuviera eso. La crítica que yo quería que se hiciera es que fuera más con sentido del humor. Además uní dos horas de cultura, con una intención más joven, pero que no la iban a cortar…Y se duplicó la audiencia en un año…

¿Cómo nació la idea de crear un formato de programa infantil para TV como es “El Conciertazo”?
Llevo más de veinte años haciendo conciertos para niños, cuando empecé no los conocía y entonces me tuve que inventar muchas cosas de los conciertos. Si tú no conoces el resto, desde luego si ha habido otra cosa, coincides con ella, pero tienes más oportunidades de crear algo original que no una persona que ya tiene muchos ejemplos alrededor. Di muchas vueltas a muchas fórmulas y cuando presenté el proyecto tenía un bagaje que me servía para pensar: TV, qué es; imagen; música clásica qué es: sonido. Ya había una incompatibilidad. ¿Niños-música clásica? Difícil. Los chavales están habituados a una vertiginosidad de imágenes tremenda, no puedes dar una cosa estática. Todo eso me hizo pensar: crear imagen, con una historia, ¿quién la puede dar? La música. Pero una música que tenga un título, que sea como una película, que acompañe, una banda sonora de una obra de teatro sin palabras, mímica, que está sucediendo ahí. Y esa combinación de ópera sin canto, teatro sin palabras con música y los niños protagonistas, porque uno ve a otro y automáticamente se predispone para que eso le guste.

La variedad es un acierto. El niño se cansa con una misma cosa, pero si estás cambiando continuamente de imágenes… el niño tiene una capacidad de absorción y rapidez tremenda.

El programa tiene los objetivos bien definidos…
Primero, que el niño se divierta, viendo que hay una orquesta de música clásica, eso le quita un prejuicio como el de que la música clásica es aburrida. Eso le predispone ya a pensar que la orquesta sinfónica no es un monstruo que le vaya a comer, se está habituando a que haya una orquesta con violines, que también se puede uno divertir con una orquesta sinfónica tocando.

¿Le ha ayudado la TV a fomentar su popularidad? ¿Qué le está aportando “El Conciertazo”?
Sí, mucho. Pero es una popularidad que así como yo mucha gente despreciamos, porque es una popularidad de tipo barata, cutre, sin embargo la que a mí me ha dado no siento que es mala, ni negativa, porque es que la gente que ve “El C.” ya tiene un plus de sensibilidad. El que a mí me saluden los niños por la calle no eleva mi vanidad, sino que me alegra profundamente porque pienso que con una cosa tan difícil cultural estoy logrando por lo menos algo… que ese niño está viendo “El C.” me asocia a mí con la música clásica y sin embargo me está mirando como a Bisbal.

Me está aportando satisfacción personal. Yo no he tenido nunca ningún ansia de salir en TV, me lo han ofrecido pero tampoco era una cosa que me atrajera, y cuando me empujaron un poco al final ya no tienes esa cosa de salir en TV… y me digo: “¿cómo es posible que este tío esté ahí haciendo el ganso?” (risas).

La inmensa figura de su padre, ¿ha sido justamente valorada en el contexto musical español?
Creo que sí. Dado que mi padre se murió con 44 años, yo no puedo pedir demasiado… Si se hubiera muerto a los 80 y tantos dirigiendo, no habría falta de que yo me sintiera orgulloso de que le recordaran. Sería reconocido en todo el mundo. 50 años después de su muerte en una época en la que la música clásica era un cero a la izquierda, que no existían los medios de comunicación, que mi padre siga siendo recordado (era una persona muy popular en la época), pues no puedo pedir más.

¿Cómo era Ataúlfo Argenta padre para Fernando Argenta?
Un padrazo con un sentido del humor increíble: optimista, alegre. No puedo disociar la imagen de mi padre como padre de la imagen como director de orquesta. Iban parejas la admiración y el amor por tu padre. Hablando con él me derretía. Con 7 años iba a un concierto y me emocionaba viéndole dirigir. Y la ovación, y decía yo: “eh, es mi padre, ése es mi padre”. Y a los 12 años se acabó…

¿Qué representa su padre para la historia de la música?
No le dio tiempo realmente a dejar una huella gorda. Si hubiera vivido más años España hubiera evolucionado más deprisa: a lo mejor hubiera habido un festival como el de Salzburgo en España, hubiesen venido mucho antes las grandes orquestas y directores, y hubiera sido una gran potencia musical, ahora lo es, pero mucho antes. Hubiese habido mucha más actividad musical y los chavales hubiesen tenido más protección.

¿Le queda mucho por hacer aún para divulgar la música? ¿Proyectos más inmediatos?
Me quedaría porque tengo muchas asignaturas pendientes, pero no me va a dar tiempo. Es posible que salga fuera a hacer conciertazos, es posible que “El C.” se vaya a la RAI, a Portugal, y a otros sitios, y es posible que yo vaya a poner allí en marcha esos programas…Me gustaría crear una red de escuelas de música infantiles y juveniles, como están haciendo en Venezuela y Colombia, crear festivales de conciertos de música clásica  para niños… para multitudes, en plan macroconcierto. Y conciertos infantiles, mientras me sigan llamando, por España y el mundo mundial.

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