martes, 26 de julio de 2011

Bayreuth, el suegro y el exrockero

Y ya van 100 ediciones del tirón. Aunque los principales fastos están programados para el año 2013, fecha del bicentenario del nacimiento de don Ricardo, si Dios quiere (mejor dicho, si los dioses del Walhalla quieren). Además será en ese año cuando se levante el veto que el propio Wagner estableció: de que sus primeras óperas no se representaran en la "colina verde". Pues se le va a llevar la contraria (esperemos que no se remueva en su tumba veneciana), ya que se pondrán en escena por primera vez en Bayreuth (primicia absoluta) Las hadas, la primera ópera del alemán, La prohibición de amar y Rienzi. A más de un wagneriano seguro que le pica el gusanillo de que llegue ese esperado momento. No obstante, en esta edición, sin Tetralogía, se programan cinco óperas: Tannhäuser, Los Maestros Cantores de Nuremberg, Lohengrin, Parsifal y Tristán e Isolda. O sea, lo de siempre. No hay más tu tía.


Quién le hubiera dicho a Don Ricardo que en su excelso y sacrosanto Bayreuth iba a ser invitada a cantar una antigua estrella del rock. Estamos hablando de Lars Cleveman, en otra vida cantautor y rockero, que mira tú por dónde, hace algunos añitos descubrió que le había salido un vozarrón, a su entender, de tenor dramático wagneriano, ya que anda paseándose por este mundo de Dios (por no decir de Wotan) cantando Lohengrins, Tristanes, Sigfridos y Tannhäusers. Es precisamente con este rol con el que se ha presentado este año en el Festival debutando el 25 de julio, fecha de apertura del evento. Y ha salido por la puerta grande, señores. Al final de la representación el sabio público bayreuthiano le demostró sus cálidas manifestaciones de auténtico y sincero entusiasmo. Los abucheos, de auténtico órdago, seguro que fueron oídos hasta en el mismísimo Monte de la Diosa Venus (donde había estado él tan cómodo al principio del acto primero de la ópera).


Pues eso, que se llevó la palma. Su interpretación vocal del personaje de Tannhäuser fue simple y llanamente desastrosa: vociferante, con serios problemas de quebrantamiento de la voz al llegar a notas elevadas, descuadres con otros personajes... Pero él no se quedó solo en la oleada de abucheos, también la Diosa Venus de la soprano Stephanie Friede (estridente, vituperante, ridícula) se llevó lo suyo, recibimiento que fue coronado por el director de escena del montaje, Sebastian Baumgarten, cuya propuesta escénica, que se ofrece por primera vez en Bayreuth, no satisfizo mucho que digamos al respetable (este menos respetable señor ha trasladado la acción de la ópera a una fábrica de biogás que manipula excrementos). Esa fábrica precisamente es el originario Wartburg (el castillo donde se desarrolla el concurso de canto). Pues el Baungarten este lo ha convertido en la posmodernez horrenda que veis en esta foto. Si hasta parece 13 Rue del Percebe, y todo. Anda que... ya le vale.


Pero todo esto no es terreno exclusivo de esta edición. Es casi un mal endémico y cancerígeno que año tras año en Bayreuth el mal canto y la pésima dirección escénica se den cita, salvo contadas excepciones. Lamentablemente es así, y cada año encontramos cantantes de ambos géneros que literalmente destrozan personajes heroicos y dramáticos (enormemente dificultosos de interpretar y sobrellevar, por otro lado) surgidos de la honorable pluma de Wagner, y posmodernos directores que pisotean, trasladando de época y tergiversando la idea original, los libretos del compositor alemán, como también ocurre por estos lares, no nos pilla de sorpresa.

Y como todos los años el Festival de Bayreuth es una fuente de polémica por una causa o por otra (quizá para alimentar anualmente el estar en el candelero mediático musical), este año, para colmo, ha vuelto la ya eterna cuestión del antisemitismo de Wagner y su música y su ligazón al oscuro pasado nazi. Músicos israelíes intervienen por primera vez en Bayreuth en el programa paralelo al de las óperas y desde Israel supervivientes del Holocausto arguyen que Wagner representa la personificación musical de Adolf Hitler. No era suficiente esto para que luego Nike Wagner viniera y se enrabietara. Esta señorita es la prima de las hermanastras directoras (Eva-Wagner-Pasquier y Katharina Wagner), que fue ninguneada cuando ellas en su lucha titánica hacia el poder sucedieron a su nonagenario padre, Wolfgang Wagner (histórico nieto del patriarca de la familia, Richard Wagner) al frente del Festival, hará unos dos años. Parece que va en el carácter de los Wagner esto de tener una fuerte personalidad.


Pues bien, esta Nike (Dios la libre a la pobre de tener algo que ver con la internacional marca de zapatillas) manifestó que en esta edición no se ha hecho un sólo acto conmemorativo al bicentenario del nacimiento del genial compositor húngaro Franz Liszt, el que fuera suegro de Don Ricardo, y por ende, antepasado familiar de los actuales Wagner. La chica no debió llevarse tal berrinche, ya que abuelo Wagner dejó muy clara la esencia del Festival: siempre, año tras año, óperas de él mismo 100%. Egos de los genios. Nada, que por si fuera poca la cosa el Tribunal Federal de Cuentas va y pone en entredicho el régimen de adjudicación de las entradas del Festival, pues sólo un 40% del total se pone a la venta pública.

Conclusión: Festival para una casta de privilegiados. Entre ellos: la canciller alemana Angela Merkel, el presidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet y la nueva directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, todos ellos wagnerianos convencidos. El resto de mortales, por muy wagnerianos que sean, si quieren sentarse en las incomodísimas e inmóviles butacas de Bayreuth, tienen que hacer una lista de espera de una década y ahorrar más que para la hipoteca de un chalet de lujo de, por ejemplo, Don José Bono. Y lo de entrar a la sala, con algún traje parecido a los de Francisco Camps. En fin, todo sea por Europa y su recuperación económica. Que Wotan nos asista.

No hay comentarios: