miércoles, 25 de mayo de 2011

"La hora española" suena ya un siglo

Toledo, siglo XVIII. El relojero Torquemada (clara alusión al famoso Inquisidor español) se ausenta de su relojería para ir, como es su costumbre todos los jueves, a poner en hora todos los relojes públicos de la capital manchega. Mientras, su esposa Concepción se queda en el establecimiento y aprovecha para serle infiel con su amante Gonzalo, un joven estudiante. Pero se encuentra con el estorbo de Ramiro, un fornido mulero, al cual le pide caprichosamente transportar a su habitación superior todos los pesados relojes que se encuentran en la tienda.


En dos de ellos se esconden Gonzalo y el banquero Don Íñigo, un inesperado admirador oculto de Concepción. Al final ésta se decide por el fornido Ramiro, que al haberle sido tan servicial le lleva a su habitación. Cuando regresa Torquemada, sorprende a los dos amantes, Gonzalo y Don Íñigo, dentro de cada uno de los relojes, los cuales, para salir del aprieto, compran los respectivos relojes sin regatear. Torquemada, sorprendido por el negocio, renuncia a hacer preguntas. Este es el disparatado y picante argumento de una operita en un acto que cumple ahora 100 años: L'heure espagnole (La hora española) de Maurice Ravel.



La ópera en Ravel

El genio del impresionista vasco-francés Maurice Ravel únicamente nos regaló dos óperas en un sólo acto: la que nos ocupa y la deliciosa L'enfant et les sortilèges (El niño y los sortilegios), de 1925. La primera, basada en la obra homónima de Franc Nohain, se estrenó en París el 19 de mayo de 1911 y está estructurada en 21 pequeñas escenas.

A pesar de haber escrito sólo dos pequeñas joyas para el género, el interés operístico de Ravel radica en el personalísimo lenguaje armónico, que se traduce en una refinada y mágica instrumentación, creando una paleta de colores tímbricos y sonoridades evanescentes sin igual, empleando modos medievales y escalas orientales (algo que también explotaría su coetáneo y compañero de tendencia impresionista Debussy). Estas características no son terreno exclusivo de estas dos óperas breves, sino del arte raveliano en general.

Al autor del archiconocido Bolero le atraían los mecanismos de relojería (la introducción orquestal de su ópera contiene sonidos de tic tacs y campanadas de reloj) ya que afectan a uno de los elementos que definen intrínsicamente al arte musical (el tiempo), a la vez que le atraía España, su otra patria después de Francia (a nuestro país dedicaría aparte del Bolero, la encantadora Rapsodia española, además de incluir numerosos ritmos populares y utilizar escalas musicales españolas en muchas de sus composiciones).

En La hora española Ravel utilizó el texto de Nohain convirtiéndolo en una mezcla de conversación familiar y lirismo deliberadamente absurdo (paródico diríamos), en un medio constituido por ruidos insólitos y divertidos, además de usar los ritmos pintorescos de la música española, como el propio compositor escribió.

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