domingo, 26 de junio de 2011

Entrevista a Enrique Suárez Sánchez

La presente entrevista fue concebida por mi buen amigo el que fuera actor-cantante y actual conferenciante y divulgador de zarzuela Don Enrique Suárez Sánchez hace algunos años para una asignatura de mi carrera universitaria. Con gusto la comparto hoy con vosotros en este blog.


Este melillense cuya gran pasión siempre ha sido y es el género lírico español, desempeñó la disciplina de producción en los comienzos de la televisión en España (TVE) de 1967 a 1992, siendo uno de los creadores del programa Semanal informativo (actual Informe Semanal) en 1973. En su juventud cantó como barítono obras operísticas y de género lírico español protagonizando tres estrenos en España: El hijo fingido (Rodrigo, 1966), La canción del mar (Parada, 1966) y El burlador de Toledo (Rosillo y Del Campo, 1965). Actualmente es comentarista habitual en los programas "La Zarzuela en Familia" de Radio Sol XXI y "Platea" de Gestiona Radio, además de prestigioso articulista (asesor permanente) en la Revista de la Fundación de la Zarzuela Española, por la que en estos momentos está desarrollando un enorme esfuerzo para su publicación después de casi cuatro largos años de letargo. Es además autor de cuatro biografías de autores de zarzuela (el libretista Miguel Ramos Carrión y los compositores Manuel Fernández Caballero, José Serrano y Gerónimo Giménez) y de la imprescindible monografía Cuatro siglos de zarzuela. En suma, una vida casi por entero dedicada con cariño a este género musical español.


Preguntas relacionadas con su labor en TVE


P: ¿En qué programas ha trabajado y qué tipo de contenidos se ofrecían en ellos?

R: Semanal Informativo comenzó el 27 de marzo de 1973. Este programa nació para reunir, estructurar y dar al público una información general de los acontecimientos importantes que habían ocurrido en España la semana anterior. Lógicamente había una censura política y oficial, y también particular de los redactores, pues sabía cada uno hasta donde podía llegar. Se emitía como ahora, los sábados, después de los informativos. Todo esto contribuyó a tener un programa semanal, y es hasta la fecha, el programa más antiguo de TVE, después de los telediarios, de toda la televisión española.

Ayer domingo fue un programa inspirado en otro italiano, Domenica sportiva. Nos fuimos el director y yo a Roma para ver cómo funcionaba aquel programa y traducirlo aquí, a la española. Los lunes después del telediario lo emitíamos en directo, con las imágenes tomadas del día anterior.

Otros fueron Panorama de actualidad y La España de siempre, éste mensual, en el que se reflejaba la actualidad de cada provincia. Yo me tenía que poner en contacto con los gobernadores civiles, y como se veía en El Pardo, querían que sus provincias fueran las mejores dotadas y organizadas. Recuerdo que tenía todas las facilidades del mundo para filmar esos programas.


P: ¿Qué puntos de vista se ofrecían de las informaciones, cómo era la visión de los hechos, total, parcial?

R: Era total, pero con censura. El punto de vista del redactor jefe casi nunca era el personal, sino el supeditado al ambiente general. Pero dentro de todo, no se falseaba ni se manipulaba nada. No tengo constancia de ello ni lo he observado. Sí se pudieron haber ocultado o silenciado algunas cosas, sobre todo de carácter social.


P: ¿Cómo eran las técnicas y procedimientos empleados en la recogida y elaboración de la información?

R: En Ayer Domingo los corresponsales nos mandaban los rollos de 30 metros de 16 mm donde habían filmado el partido correspondiente a su ciudad; se llevaba al laboratorio, éste lo positivaba, nos lo remitían a Prado del Rey y según la hora en que llegaban, se emitían.

Las redacciones eran unas salas inmensas todas llenas de olivettis con todo el mundo escribiendo sus artículos. Recuerdo la imagen de los presentadores de cada telediario correspondiente bajando por los ascensores memorizando las notas del redactor, que había acabado hacía diez minutos, en función de una noticia, para luego emitirla en directo.

Luego empezó el “auto-cue”, una pantalla o reproductor colocada debajo de cada cámara correspondiente señalada por el regidor al presentador en la que en grandes caracteres se proyecta el texto de las noticias. Ahora el presentador lo lee todo. Antes era memoria, locutaba el texto con él al lado del micrófono; ahí estaba su habilidad para mirar de reojo el texto de vez en cuando y seguir.


Suárez fue editor y jefe del régimen interno de NO-DO en los últimos años de la dictadura franquista.

P: ¿Qué era realmente el NO-DO y cuál era su finalidad?

R: Era el noticiario oficial español en forma de corto que se ofrecía antes de las películas. Nos contaba siempre dentro de esa censura, lo que había acontecido de importancia en España y en el mundo. Luego surgió el llamado “imágenes”: reportajes en general sobre cuestiones sociales, culturales, ambientales y de deportes.


P: ¿Cómo y hasta qué punto piensa que ha cambiado el panorama a la hora de ofrecer contenidos audiovisuales? ¿Cómo se fue adaptando la TV a los nuevos acontecimientos sociales?

R: Recuerdo que cuando murió Franco gente muy cercana a mí que no tenía mis ideas pensaba que iba a resurgir la cultura, ya que en los programas había muchos realizadores de cine, como Lazarov o Cuerda (a los que teníamos en Informe Semanal).“Ahora vamos a hacerlo todo”, pensaban. Pero todo eso se vino abajo. La gente se creyó que, con la libertad de expresión y ya que la censura no existía, se iban a realizar verdaderas maravillas en el cine, y las únicas películas que se hicieron fueron las del destape. Asimismo, desgraciadamente lo único que salió en TV fue lo que tenemos ahora: las obscenas ediciones y programas del corazón.



Preguntas relacionadas con su labor artística como actor-cantante de Zarzuela 


P: ¿Cómo fueron sus inicios en el mundo del teatro lírico?

R: En los años 1947-48 en una residencia de estudiantes de Valladolid, yo estaba cantando napolitanas y me vino un estudiante de medicina que estaba preparando el festival de fin de curso con una comedia fundiendo dos películas, El príncipe estudiante y Siete novias para siete hermanos. Lo tenía todo menos el cantante y al oírme a mí me contrató, realizándose la función. Casualmente ese día estaba invitado un estudiante de canto allí y me preguntó que si no me había planteado estudiar canto; yo le dije que no y me dio la tarjeta de un profesor para presentarme en una audición. Éste se entusiasmó tanto con mi voz que me dijo que yo era un tenor dramático, verdiano, en toda regla. Al volver a Melilla el ayuntamiento me concedió una beca y me fui a Madrid a estudiar. Allí se me buscó una audición con el maestro Joaquín Deus, que apreció que mi voz de tenor dramático era más bien de barítono. Estaba preparando la opereta La Viuda Alegre en versión de Alfonso Paso, y con ella debuté en 1966 en el Teatro de la Zarzuela, en la compañía Amadeo Vives.


Suárez formó parte como barítono en las compañías líricas Amadeo Vives (que dirigía el maestro de maestros de la puesta en escena, José Tamayo) y la titular del Teatro de la Zarzuela (Joaquín Deus) entre los años 1956 y 1966.


P: ¿Qué peculiaridad tenía la forma de representar de José Tamayo? ¿Era única en su género?

R: Única, el golpe de vista. Fue el que le dio una mayor importancia al ballet en la representación. Fue un gran trabajador: en una ocasión estábamos en el Teatro Romano de Mérida ensayando. Cuando el sol empezó a aparecer por detrás del escenario se creyó que le habían encendido un foco. Han de pasar muchísimos años para que en el teatro lírico aparezca una figura como él.


P: Se suele decir que la forma de cantar en zarzuela es más dificultosa que la de la ópera, debido a la colocación constante de la voz, al hablar y cantar. ¿Es eso cierto?

R: No hay cantantes de ópera y cantantes de zarzuela, sino que hay buenos y malos cantantes. El de ópera puede cantar zarzuela perfectamente, y viceversa. Interpretar zarzuela es mucho más difícil que interpretar ópera. Lo asemejo a dos pintores que pintan una pared: uno está en un andamio con una brocha en su mano y el cubo de pintura al lado, el otro en una escalera, con la brocha en su mano, y el cubo debajo de la escalera. Éste moja la brocha, sube la escalera, da sus trazos, y cuando se queda sin pintura vuelve a bajar a mojar la brocha (éste es el cantante de zarzuela); el otro tiene el cubo al lado: éste es el cantante de ópera, el cual al comenzar la representación ha colocado la voz, “in maschera” -nariz, sién, oído- que la mantiene hasta que acaba la función. El primero al subir la escalera canta la romanza, al bajarla tiene que hablar, y ya el tono y el color de la voz es distinto, ya que si hablara como canta se produciría un engolamiento de la voz, sería una ridiculez, hay que hablar normal, bajando la voz, desimpostarla.


P: ¿Cree que los directores de escena tienen el derecho a rehacer las obras alterando el texto de las mismas?

R: Ninguno. Es una vergüenza y una barbaridad lo que algunos están haciendo con las versiones de las obras. A los autores hay que respetarlos por encima de todo. Con la excusa de atraer a la juventud les están enseñando un producto que no es así. Yo estoy convencido de que la zarzuela es un género testimonial, ahora ya no se escriben zarzuelas, porque es muy cara mantener una compañía: hay un mínimo de 100 personas, una nómina muy difícil.


P: ¿Qué iniciativas propone para acercar la zarzuela al público más joven y para adaptarla a los nuevos tiempos alejándose del concepto actual de algunos directores de escena?

R: Simplemente representar la obra tal cual la escribieron sus autores. La zarzuela es una comedia musical fabulosa. Si los directores quieren mejorar tienen elementos y medios (luminotecnia, decorado, atrezzo, vestuario...) que en la época gloriosa de la zarzuela no poseían. El texto es sagrado, usted no lo toque. Que hay alguna frase que no coincide con la actualidad, suprímala, pero no me invente otra. La zarzuela es un género testimonial de una época, y tenemos que mantener ese testimonio.



P: ¿Cómo cree que se encuentra la situación actual del género a nivel de cantantes, directores musicales y respuesta de público?

R: Estamos bien, aunque el Teatro de la Zarzuela debería programar más títulos y representaciones. Yo soy muy nostálgico: gracias a los Festivales de España cantábamos zarzuela durante seis meses al año llegando a compartir escenario con la flor y nata de los cantantes. Hoy día, tenemos un nivel aceptable de cantantes, aunque en aquella época había más. Y el público responde, afortunadamente el Teatro de la Zarzuela siempre se llena.

domingo, 12 de junio de 2011

Simbiosis surrealista, hedonista y erótica, o "Yo, Dalí" en el Teatro de la Zarzuela

De un tiempo a esta parte, el Teatro de la Zarzuela está adoptando la costumbre de incluir estrenos mundiales de óperas contemporáneas en su temporada lírica. Ya lo hizo en 2008 con La Celestina de Joaquín Nin-Culmell. Ahora le ha tocado el turno a una ópera que se encontraba esperando ver la luz desde 2004: Yo, Dalí, de un compositor octogenario, Xavier Benguerel. El Ministerio de Cultura encargó en ese año una ópera al catalán para celebrar el centenario del nacimiento del pintor de Figueras pero que por cuestiones técnicas no pudo estrenarse. Ahora por fin Benguerel ha podido ver su obra en escena en un teatro equivocado, a nuestro juicio, y durante tres únicos días que han pasado sin pena ni gloria (las menguadas cuentas del coliseo no pueden permitirse el lujo de hundirse con esta obra inédita y no apta para todos los públicos).


Y decimos esto por el lenguaje musical de la obra, un bajel demasiado caudaloso de sonidos y armonías que no posee ningún mástil ni punto de apoyo al que agarrarse. El discurso musical, oscuro, opresivo, es eminentemente atonal y está plagado de disonancias con profusión de metales y percusión como timbales, xilófono y marimba (utilizados éstos como efectos de contraste tímbrico). La orquesta, distribuida casi camerísticamente por grupos instrumentales, subraya, matiza o resalta deliberadamente palabras y frases del texto del dramaturgo Jaime Salom.


El tratamiento vocal por su parte no es ni mucho menos convencional: no existe el menor atisbo de melodía o algo que se le parezca (o al menos no hemos conseguido percibir un discurso melódico en ninguna parte de la obra), sino que los cantantes se limitan a un contracanto-recitado continuo con ciertas especificidades en cada personaje (giros vocales propios de cada personalidad), pero que la impresión general que causa el canto en el espectador es de monotonía, pesadez y falta de variedad notables. El autor no varía su estilo: no existe eclecticismo en la partitura, y el lirismo que podrían requerir ciertos momentos del texto, brilla por su ausencia. Las voces se oponen unas a otras (como si fuera un combate de boxeo), existen turnos de intervenciones, como en los diálogos de la vida real, excepto en el dúo de Gala con Superstar, donde encontramos cierta yuxtaposición entre el tenor y la mezzo. Creemos que a las voces hay que tratarlas de otra manera: en esta obra los acentos de las palabras se colocan en las sílabas equivocadas, con lo que el canto resulta de una antinaturalidad cargante.


La dramaturgia, elaborada por Jaime Salom, estructura la obra en cuatro actos y en varias escenas (al estilo de Eugen Oneguin de Tchaikovsky). Tres idiomas (español, catalán, francés e inglés) vehiculan la acción, que gira en torno a toda la relación amorosa de Dalí con su musa Gala, y la inevitable dependencia artística y vital del pintor hacia ella. Quizá es Gala el eje de la acción dramática y de todos los acontecimientos que se generan: la locura de amor de Dalí por ella (hasta querer consumar cada uno de sus cuerpos en un sólo ser más allá de la propia vida), el egoísmo y la avaricia de la musa por hacer un continuo negocio con los cuadros del pintor, las discusiones entre ambos hasta acabar con la muerte de Gala cuando Dalí se da cuenta de que durante toda su vida ella le ha manipulado a su antojo, y la enajenación mental del pintor en sus últimas horas de vida, que le lleva a ver visiones y alegorías a su alrededor.

Aparecen en escena personajes reales asociados a cada uno, como el poeta surrealista francés Paul Éluard, esposo de Gala; el poeta de Fuentevaqueros Federico García Lorca y el cineasta Luis Buñuel, amigos íntimos del pintor catalán; el déspota padre y la comprensiva hermana de Dalí, y hasta un melenudo actor que representa el musical Jesucristo Superstar de Lloyd Webber en Nueva York, del que se enamorará Gala en su madurez porque le recuerda a su verdadero y único amor: el ya difunto Éluard. Todos ellos están concebidos como personajes episódicos y simbólicos que forman parte del entramado existencial de cada uno de los protagonistas: Dalí y Gala.


Quizá el elemento simbólico (desde el punto de vista escénico) más atractivo e impactante que pudimos ver en la obra es la escena del circo erótico (acto tercero) donde un maduro Dalí en un trono dorado prepara orgías monumentales para satisfacer su inhibición sexual: aparecen en escena máscaras, disfraces y desnudos integrales de mujeres y hombres entonando endemoniadas alabanzas corales a la fornicación y a la escatología humana. Todas esas máscaras reaparecerán en la escena final, donde se nos presenta a un solitario Dalí en fase terminal, por delante del cual desfilan cual representación onírica (nunca mejor dicho en caso de Dalí) los personajes que han constituido parte de su azarosa y exitosa vida: se evoca el fusilamiento de Lorca y aparece el padre del pintor recriminándole su estilo pictórico y anunciándole que morirá solo, como efectivamente ocurre, y lo hará trágicamente al tocar a la bailarina que representa simbólicamente a su musa ya muerta mientras se declara un incendio en su castillo de Cadaqués.


Encomiable en general la labor de todos los intérpretes vocales en una obra ya de por sí demasiado extensa en duración (dos horas y media) y pesada a la vez que complicada de cantar. Destacaremos el trabajo de tres de ellos. El jovencísimo barítono Joan Martín-Royo (hemos comprobado que es un auténtico especialista en ópera contemporánea, se lo pasa pipa) encarnó a un Dalí reencarnado, supo captar (in) creíblemente los aspectos distintivos de la personalidad y el comportamiento del pintor: sus particulares excentricidades y conductas extravagantes, su hedonismo unido a su afán de protagonismo (que lleva al personaje a querer ser fotografiado por las cámaras cuando le detiene la policía en la inauguración de los Almacenes Bonwit-Teller de Nueva York), su gestualidad, su característica catalanidad cerril en el lenguaje, su perversión sexual... en suma, un Dalí personificado tanto física (el maquillaje ha caracterizado eficazmente a Royo) como psicológicamente.


La mezzo argentina Marisa Martins en una Gala igualmente con un notable parecido físico respecto al personaje real, dotó a su personaje de una presencia escénica de femme fatale que subyugaría a cualquiera. Pudimos ver recientemente al polivalente actor y tenor Toni Comas en la obra Amadeu de Boadella en los Teatros del Canal y salimos encantados. En esta obra podemos decir lo mismo, el catalán es un pedazo de actor que dio vida a dos personajes: Paul Éluard y a Jesucristo Superstar (por ser este personaje quien le recuerda a Gala enormemente su parecido con Éluard).

A pesar de la música, argumentalmente la ópera se sobrelleva entre el público, y respecto a lo escénico, habría estado muy acertado que como elemento decorativo se hubiera visto en el escenario algún cuadro del genial pintor (El Gran Masturbador, La persistencia de la memoria...), sólo en la escena final parece adivinarse en el fondo del escenario rasgos de algún cuadro original. Por lo general se ha tendido a escenarios minimalistas entre cortinas, una trastienda, un trono, una cama de matrimonio y unos objetos que pasaban por rocas escarpadas de acantilado (una vez más adivinamos que será por cuestiones de presupuesto).


Aun con todo, creemos que el Teatro de la Zarzuela no es el escenario idóneo para estrenar y representar ópera contemporánea, ya que la esencia de su programación y su público asiduo es de teatro lírico español; ignoramos que el coliseo más indicado para este tipo de repertorio, el Teatro Real, no haya dado su consentimiento para estrenar esta obra (podría haberse hablado con Mortier, ya que el grueso de la próxima temporada del teatro de la Plaza de Oriente es ópera contemporánea del XX y XXI) pero lo que pedimos al coliseo de la Calle Jovellanos y a su inminente nueva dirección es que las programaciones se destinen exclusivamente al género musical al que originariamente fue concebido este teatro, y del cual lleva su nombre: LA ZARZUELA. Dejemos los experimentos para otro tipo de laboratorios.


Programa de mano

Libreto

sábado, 4 de junio de 2011

Los enredos del barbero Fígaro, en 3D desde el Real

Desde el pasado 30 de mayo se está representando Las bodas de Fígaro de Mozart en el Real madrileño (una ópera de repertorio, ¡cuánto echaremos de menos este tipo de óperas en la próxima temporada!). Se trata de una reposición de la producción del propio Teatro Real efectuada en 2008, coproducida con la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO), el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria y el Teatro Nacional de Ópera y Ballet de Lituania, que se podrá ver en las salas Cinesa en formato 3D este lunes 6 de junio (20:00 horas).


El sistema Orbyt del periódico El Mundo la retransmite el 4 de junio (Pedro Jota ha deseado rentabilizar la ópera en el formato digital de pago de su diario). Asimismo, el Real colocará una pantalla gigante en la Plaza de Oriente, desde la que se retransmitirá en directo la función, como es costumbre todos los años. Y aún hay más: para aquel que quiera presenciarla desde su propio hogar en Internet, igualmente se emitirá en streaming a través de PalcoDigital.com

El maestro Víctor Pablo Pérez en el foso y Emilio Sagi en la dirección escénica se rodean de un interesante e internacional reparto formado por: Nathan Gunn (Conde de Almaviva), Annette Dasch (Condesa de Almaviva), Aleksandra Kurzak (Susanna), Pietro Spagnoli (Fígaro), Alessandra Marianelli (Cherubino), Jeannette Fischer (Marcellina), Carlos Chausson (Don Bartolo), Raúl Giménez (Don Basilio), Enrique Viana (Don Curzio), María Virgina Savastano (Barbarina), Miguel Sola (Antonio). Para ver más Mozart en el Real habrá que esperarse hasta el año que viene, cuando se pondrá en escena una única ópera del siglo XVIII en toda la temporada del coliseo: La Clemenza di Tito.



De Le mariage de Figaro a Le nozze di Figaro

La primera ópera escrita en colaboración con el atrevido libretista Lorenzo Da Ponte (abate y mujeriego empedernido huido de la ciudad de los canales), se inspira en la segunda parte de las aventuras del famoso barbero sevillano Fígaro, escrita por Pierre Augustin Caron de Beaumarchais (la primera parte, El barbero de Sevilla, sería musicada años más tarde -1816- por Rossini). El asunto tenía su peligro: la pieza teatral del escritor francés estaba prohibida en casi toda Europa por motivos políticos (la "prerrevolucionaria" obra era una ácida y subversiva crítica a la nobleza y a sus privilegios feudales, como el derecho de pernada) con lo que Da Ponte hubo de expurgar su contenido estrictamente político para poder presentarla en la distinguida corte del emperador José II.

Da Ponte, consumado intrigador, fue a presentarse hasta al mismísimo emperador José II para que le permitiera estrenar la ópera, pese a estar prohibida la obra de teatro sobre la que se basaba. La ópera finalmente vio la luz el 1 de mayo de 1786 en el Teatro de la Corte Imperial y Real de la capital austríaca (por lo tanto este año celebramos el 225 aniversario de su estreno). El público consideró la ópera como larga y compleja, y desapareció de cartel barrida por Una cosa rara de Martín y Soler, el rival español de Mozart.



Algunas características de la ópera

En esta obra maestra donde las haya el genio de Salzburgo no se basó en los esquemas convencionales de la ópera italiana, Cansado ya de ellos, necesitaba adaptar un nuevo tipo de teatro que imbricara música y palabra. Recurrió magistralmente a la técnica de la caracterización musical; encontramos en la ópera dos estamentos sociales claramente diferenciados y distanciados: por un lado la nobleza (el Conde de Almaviva, la Condesa Rosina, el doctor Don Bartolo, el profesor de canto Don Basilio) y por otro los plebeyos (el barbero Fígaro, su novia Susanna, el paje Cherubino, el ama de llaves Marcellina, Antonio el jardinero, su hija Barbarina).

En esta ópera bufa italiana (un auténtico prodigio desde el punto de vista del ritmo músico-teatral) el genio de Mozart consiguió hacer avanzar la acción introduciéndola en el mismo sustrato musical (sobre todo en los concertantes finales de los actos segundo y cuarto), con lo que en los recitativos secos no es únicamente donde se suceden los acontecimientos de esta "loca jornada" (la trama de la ópera se desarrolla en menos de 24 horas, con una duración total de tres horas).

Otra particularidad o exclusividad añadida de la obra es la dificultad que experimenta el hecho de reunir una enorme cantidad de personajes en escena (Mozart tuvo que manejar un conjunto vocal de 11 solistas vocales, algo inédito en la época), que es en los vistosos concertantes cuando la mayoría de los personajes se congrega en el escenario.



Principales números musicales

La vivacidad y el ritmo impetuoso que destila la obertura pone en antecedente al espectador respecto a la vertiginosidad de esta "alocada jornada" (subtítulo de la obra). Abre el primer acto un dúo entre Fígaro y su novia Susanna, donde ambos miden la habitación en la que dormirán, dúo de una puerilidad encantadora, subrayado por una música deliciosa ("Cinque, dieci, venti"), que lleva a un nuevo dúo donde cada uno hace la onomatopeya del timbre de llamada de la habitación, según lo haga sonar el Conde: "Dong, dong", o la Condesa: "Ding ding". La primera intervención solista de Fígaro (Recitativo: "Bravo signor padrone" y aria "Se vuol ballare, signor contino") sugiere irónicamente un baile a ritmo de guitarrino, que en realidad será la burla que prepara hacia su amo el Conde. El aria de la "vendetta" de Don Bartolo (bajo bufo) se puede entender como una concesión a este tipo de cuerda vocal. El paje Cherubino (mezzosoprano) (personaje travestido) hace su primera entrada en escena con el encantador aria "Non so più", un sensible momento que refleja el despertar amoroso del adolescente. La entrada de las campesinas portando flores ("Giovani liete, fiori spargete") llevará al final del acto primero, con otro aria de Fígaro (quizá el fragmento más popular de la obra): "Non più andrai", en esta ocasión dirigida al paje, que, por orden del Conde, debe alistarse en el ejército, situación que aprovecha el barbero para mofarse del joven a ritmo de una pomposa marcha militar ("Cherubino alla vittoria, alla gloria militar!").

El acto segundo se abre con la primera de las dos arias de la Condesa ("Porgi amor") caracterizada por una envolvente y apacible introducción en las cuerdas y las maderas tras la cual la soprano desarrolla una no menos delicada melodía. En el segundo y famoso aria de Cherubino, "Voi che sapette", con acompañamiento de las maderas bajo el pizzicato de las cuerdas, el paje sigue con el mismo tema, el del amor, preguntando por él a Susanna y la Condesa. "Venite inginocchiatevi" es el primer aria de Susanna en esta ópera. El final del acto segundo se caracteriza por la sorprendente inventiva melódica que hace desarrollar los acontecimientos en un ritmo vertiginoso: de un primer terceto entre los personajes de Susanna, el Conde y la Condesa, Mozart nos introduce sin solución de continuidad y sin darnos apenas cuenta en un cuarteto con la entrada del barbero, para pasar luego a un quinteto (entra el jardinero quejándose de que alguien ha caído por la ventana y le ha estropeado las plantas) y finalmente a un septeto (entran Marcellina, Basilio y Bartolo) llevando a una escena de conjunto final trepidante donde las haya.


El acto tercero se abre con un simpático duettino entre el Conde y Susanna, que se caracteriza por los Síes y los Noes que da la criada al Conde a las preguntas de éste. Le sigue el pomposo aria del Conde ("Hai già vinta la causa") donde airado se jura a sí mismo venganza al descubrir que es objeto de burlas por parte de Susanna y el barbero. Quizá el número donde más se demuestra el carácter bufo de esta ópera es el Sexteto entre los personajes de Marcellina, Fígaro, Bartolo, Don Curzio, el Conde y Susanna ("Riconosci in questo amplesso") donde se descubre que el barbero es hijo de Marcellina y Bartolo, a pesar de que el Conde casi obliga a Fígaro a casarse con Marcellina por deberle una deuda monetaria; excepto Marcellina y Bartolo, los demás personajes, asombrados, se dicen unos a otros tras descubrir los parentescos: -Sua madre?, -Sua madre, -Suo padre?, -Suo padre; en este mismo número Susanna, al entrar en escena ignorando el parentesco, abofetea a Fígaro al descubrirle abrazado a Marcellina. El segundo aria que protagoniza la Condesa ("Dove sono") es uno de los momentos más mágicos y etéreos de la partitura, una bellísima melodía acompañada por los suaves acordes del clarinete y en la rítmica parte final, por el oboe. "Canzonetta sull'aria" se trata de un encantador e intrascendente dúo entre Susanna y la Condesa donde ambas escriben la nota burlesca que el Conde recibirá. El final del acto lo encabeza el ritmo lejano de una marcha nupcial española a ritmo de fandango que se irá aproximando progresivamente. Un coro final junto a dos muchachas jóvenes lanzan loas al Conde ("Amanti costanti") mientras se urde la trama de Susanna y la Condesa en torno al esposo de ésta.

En el cuarto acto el personaje de Marcellina hace su única intervención solista en el aria "Il capro e la capretta", el cabrito y la cabrita, en alusión a las parejas; un aria de denuncia del trato ingrato y cruel de los hombres a las mujeres. Fígaro, en su vibrante tercera aria ("Aprite un po 'quegli occhi") advierte sobre la maldad de las mujeres subrayado al final por los sones rítmicos de las trompas, que sugieren los cuernos de los maridos engañados. El segundo aria de Susanna en esta ópera está marcada a ritmo de siciliana ("Deh, vieni non tardar"), bellísima página de lucimiento vocal en el registro agudo de la soprano. El final del acto está igual de desarrollado vocal y teatralmente que el que concluye el segundo: es la consumación del enredo y la burla para el Conde ("Pian pianin le andrò"); que lleva a la aparición del galanteador paje Cherubino haciendo la corte a Susanna pensando que es la Condesa (ambas llevan la ropa de cada una), a lo que sigue un dúo de discusión entre Fígaro y Susanna ("Tutto è tranquillo e placido", con más bofetadas de Susanna a Fígaro) pero en el que felizmente se reconcilian: "Pace, pace mio dolce tesoro". Todo ello desemboca finalmente en el "Gente, gente! All'armi!", que es cuando irrumpe en escena el enojado Conde convocando a toda su corte al completo, por lo que progresivamente van apareciendo en la escena los once personajes solistas de la ópera, que en un alocado crescendo, concluirán de forma feliz esta "loca jornada", valga la redundancia.


Argumento (www.fiorellaspadone.com)

Libreto

Aquí os dejo el vídeo promocional de la ópera que incluye el Teatro Real en su web: