Compuesto por más de medio centenar de
voces blancas, en su gran mayoría femeninas con escasa presencia de
masculinas para refuerzo de los graves, la Escolanía arrebató al
respetable ya desde su primera aparición efectuada a través de los
palcos laterales, entonando el castizo y chispeante popurrí de los
organilleros de El bateo de Chueca, acompañando todos su canto
de una sencilla y reconocible mímica gestual, constante que se mantuvo
durante todos los números de zarzuela que interpretaron.
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